La compaginación y la preparación del libro. La compaginación es una tarea muy importante en la preparación de un libro. Consiste en componer las páginas de la obra tomando el material de las galeradas, añadiéndoles los restantes detalles, como líneas de blanco, folios, ajuste de grabados, confección de cuadros que aquélla lleve, etc.

Una compaginación correcta ayuda mucho a que la obra salga impecable, por cuanto a la lectura de segundas pruebas no es necesario señalar cambios de material en las páginas, lo que generalmente es causa de errores que después se reflejan de una forma u otra en el libro impreso.

CLASES DE COMPAGINACIÓN

Hay dos clases principales de compaginación: sencilla y compleja.

1) Compaginación sencilla. Es la que consiste en montar planas de texto seguido, sin interrupciones de cuadros, tablas, ajuste y colocación de grabados, etc.

2) Compaginación compleja. Este tipo de compaginación se refiere a las obras en que es necesario llevar a cabo trabajos de remendería justamente con los propios de compaginación; estos trabajos suelen ser complicados y difíciles, y se requieren cajistas muy experimentados en su oficio. Las obras de matemáticas, por ejemplo, no pueden ponerse en manos de cualquier cajista, pues se requieren conocimientos especiales en la composición de fórmulas (muchas de ellas no pueden hacerse en la linotipia, o no en su totalidad), reparto de blancos, etc.

NORMAS DE COMPAGINACIÓN

Sin pretender ser exhaustivo, he aquí algunas recomendaciones que ayudarán a realizar una compaginación correcta desde el punto de vista tipográfico.

1) Debe evitarse poner a principio de página una cita en verso, así como el último verso de una estrofa o la parte de un verso cortada por el diálogo.

2) Una línea final de párrafo puede ir a principio de página, pero sólo si la línea es completa; no obstante, se procurará, sobre todo en obras de lujo o de precio, que la línea doble, esto es, que al menos haya dos líneas de final de párrafo a principio de plana.

Autores hay que propugnan que las líneas de final de párrafo a principio de plana sean tres, sobre todo si la segunda (en el caso de dejar sólo dos) es muy corta. Esto supone complicar gratuitamente las cosas.

En libros de texto sin grabados ni cuadros o tablas de labor se dificultaría al máximo; con una línea llena en casos apurados y con dos en todos los casos, la estética queda a salvo y es totalmente aceptable. No se refiere esta norma a los casos en que la línea corta de principio de página va sangrada, pues en este caso es admisible. (Lo cual, por otra parte, no deja de ser chocante, ya que el objeto de la norma es lograr un encuadre geométrico de la plana).

3) En cuanto a la línea final de página, existe la norma de no dejarla cuando sea principio de párrafo, esto es, línea sangrada; no obstante, sin impugnar tal regla (que es correcta referida a obras de lujo o muy escrupulosas), debe admitirse, en obras normales, una línea sangrada a final de página; sobre todo, teniendo en cuenta que en ciertas obras el querer resolver todos estos casos de estética lleva al compaginador a arreglos difíciles y complicados que a veces no son viables; efectivamente, al corrector se le exige entonces doblar un párrafo lleno para hacer una línea más, o cortar un párrafo por lugar apropiado, pero esto no es posible en muchas obras, sobre todo científicas, filosóficas, etc.

4) Los subtítulos o ladillos dentro de un capítulo deben ir precedidos de dos líneas de blanco del cuerpo del texto y seguidos de una. Cuando subtítulo o ladillo se hallen a final de página no podrán tener detrás de sí menos de dos líneas de texto (es preferible poner tres como mínimo, pero no siempre es posible); si no caben, en ningún caso se dejará una sola línea, sino que se pasará todo a la página siguiente, dejando el espacio correspondiente en blanco.

5) La página final de un capítulo no podrá tener, en manera alguna, menos de cinco líneas, y lo deseable es que tenga más. Esto es válido incluso en el caso de que los capítulos vayan seguidos.

6) En páginas con cuadros, tablas o grabados, el mínimo de líneas admisibles es de tres, o dos si son llenas, pero incluso en estos casos (y a ello tiende la moderna tipografía) es preferible que no vaya ninguna.

7) Planas a dos columnas. En esta clase especial de compaginación se producirá, si es posible que no coincidan a la misma altura dos subtítulos o ladillos; cuando un subtítulo deba encabezar columna, se pondrá a la misma altura que el resto del texto, nunca más abajo.

8) Grabados. Antes de colocarlos debe el cajista ajustador cercionarse de que alcanzan la misma altura que la letra; si no es así, debe efectuar el arreglo correspondiente, bien lijando la base de madera (si es de este material), bien calzando aquélla con cartulina o papel para que alcance la altura deseada. Esto facilitará que el grabado <<manche>>, lo cual es imprescindible para que el corrector pueda apreciar si está bien colocado y si coincide con su pie.

9) Es incorrecto rellenar una página con cartulinas o con regletas entre líneas o párrafos cuando aquélla resulta corta.

Cuando el caso se presente (lo cual acostumbra suceder para evitar que la página siguiente comience con línea corta) se pone al pie de la página una línea vuelta (<<cabeza de muerto>>), a fin de que el corrector la advierte y le dé solución alargando un párrafo, creando un blanco facultativo para revolver una situación apurada o de cualquier otra forma.

En este caso concreto puede adoptarse también otra medida, cual es la de dejar la línea corta fuera de página (mejor arriba, sobre el folio si la página lo lleva a la cabeza, o debajo del folio si lo lleva al pie, o bien a un costado); esto lo hará el cajista a la vista de la plana, de modo que si ésta lleva líneas cortas susceptibles de ser suprimidas por el corrector dejará la línea sobrante en la página, y si no es éste el caso, pasará dos a la siguiente, poniendo entonces la línea vuelva o cualquier otra señal para que el corrector la advierta.

10) Intercalación. Al intercalar las líneas de corrección, el compaginador deberá comprobar, superponiéndolas, que no yerra en este menester. Esto es de suma importancia, toda vez que un error de esta índole supone arrojar una línea buena para poner en su lugar otra que no corresponde a aquel sitio; las consecuencias pueden resultar catastróficas si el compaginador no advierte que, por ejemplo, el linotipista no ha rehecho cierta línea de corrección, o que la línea no ha fundido.

11) Asteriscos. Cuando el autor usa asteriscos para separar las partes de un capítulo, si éstos quedan a final de página, la siguiente comenzará con dos líneas de blanco. Si los asteriscos se sustituyen por líneas de blanco (dos o las que fueren), se comienza la página siguiente con dos líneas de blanco, tanto si en la anterior van ya las líneas de blanco correspondientes como si el texto llega justamente al final de la página.

Sin embargo, si sólo quedase una línea de blanco a final de página, se alarga el texto a fin de que no quede ninguna línea de texto donde sea posible para que al menos queden dos líneas. Si los asteriscos o el blanco quedan a final de página con texto detrás, deben tener al menos dos líneas de texto, y mejor tres; si no es posible, se pasa la línea de texto a la siguiente, dejando en la anterior los astericos o las líneas de blanco. Esta misma norma se tendrá en cuenta si los asteriscos o el blanco correspondiente van a principio de página con resto de texto.

12) Recorridos. Se tendrá especial cuidado al manejar las líneas o trozos de texto al ganar o recorrer. Si se trata de ganar, las líneas que pasen a la página anterior se pondrán al final de la página, y si de recorrer, las de la anterior se colocarán a la cabeza de la siguiente.

Un error en estas operaciones puede dar lugar a serios contratiempos, sobre todo cuando, por cualquier circunstancia, los recorridos no se comprueban debidamente.

13) Capítulos. El blanco que precede al capítulo, sea cual fuere la colocación de éste, ha de ser idéntico en todos los casos, y no es correcto cambiarlos en una misma obra.

La cabeza de un capítulo, título y subtítulo incluidos, puede tener un blanco equivalente a 3/8 de la altura total de la plana.

Ésta es la norma más aceptada, aunque en obras especiales, por razón de tipo o de tamaño de la página, se hagan excepciones a fin de dar a la página armonía y vistosidad, siempre de acuerdo con las normas tipográficas. Existen otros casos en que las cabeceras de los capítulos son caprichosas, en cuyo caso es preferible adoptar una forma para toda la obra, para que al menos haya el criterio de la unificación.

La separación entre capítulos, cuando éstos vayan seguidos, no deberá ser en ningún caso inferior a dos líneas del cuerpo del texto (mejor tres) ni superior a cinco. La medida adoptada no debe modificarse. Al final de página, un capítulo (cuando van seguidos) no debería tener menos de tres líneas de texto; sólo dos son inadmisibles, aunque valgan en una separación de partes, como vimos anteriormente.

(Fuente. Diccionario de tipografía y del libro. José Martínez de Sousa).

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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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