¿Quién es Edmundo Díaz Conde?: Alguien que escribe novelas, devora libros por los rincones y duerme poco. Un nombre entre tantos nombres, autor entre muchos de ellos. Un enfermo de letras en un mundo de locos, ahí donde la enfermedad es la regla no escrita, y la salud es la excepción que se calla. Alguien que detesta el olvido y no cree en él demasiado, aunque, a menudo, se revele como la cura más saludable.

¿Desde qué momento supo que quería dedicarse al mundo de la escritura?: Once años: escribí un poemario sonrojante titulado «Peculiaridades». Doce años: repetí la experiencia con un impudor, si cabe, aún más ilimitado. En aquel entonces, creía que la poesía sólo estaba en los versos, y no el aire. Hoy opino al revés: la poesía está más en el aire (escenas, breves anécdotas, desencuentros, afortunados malentendidos, instantes que se convierten en recuerdos imborrables) que propiamente en los versos. Hoy pienso como Anais Nin o Witold Gombrowicz: la poesía versificada, con toda belleza y su mérito, me resulta un postre saturado de azúcar, demasiado concentrado; pero así empezó todo el asunto. Edmundo Díaz Conde, Premio de Novela Ateneo

Un honor recibir el LXVI Premio de Novela Ateneo de Sevilla… Más que un honor, un privilegio afortunado. ¿Puede uno pensar seriamente, con madurez, que la novela ganadora de un certamen, da igual el prestigio del premio, es mejor que las otras finalistas porque el tribunal la destacó? Sólo sospecharlo sería de cretinos. Mi novela tuvo a su favor la suerte de la oportunidad, una suerte que ojalá tenga de cara cuando se publique en otoño.

¿Qué nos puede contar de su novela El hombre que amó a Eve Paradise?  Voy a recurrir, si me pemites, a la idea de que es una intriga sobre crímenes y besos. Eso define bastante la historia. Más en concreto, diré que Eve Paradise, famosa estrella de Hollywood, jamás enamorada, y para quien el deseo de una mujer comienza en los ojos de quien la mira, asiste a la llegada de un espectáculo de hipnosis a la ciudad de Chicago. Dicho evento coincide con la desaparición del joven magnate, Mike W. Murdoch, pero la investigación del caso revelará una serie de horrendos crímenes que siguen patrones comunes. Con el trasfondo del turbulento Chicago de los años 20, el tránsito del cine mudo al sonoro y la exploración de la pasión amorosa entre la mujer madura y el hombre joven,  El hombre que amó a Eve Paradisenarra,  en clave de novela negra, la investigación del caso y el subsiguiente proceso judicial que tienen como principal protagonista a la más grande diva del cine mudo. Más o menos, Eva, nunca más apropiado tu nombre.

¿Ha escrito otras novelas? ¿De qué tratan? ¿Qué nos podría contar de ellas?Odio amablemente referirme a mis otras novelas cuando se lanza la última. Si te soy muy franco, en el fondo, supongo que es porque no me siento orgulloso casi de ninguna. Cuántas he publicado, me pregunto. ¿Voy por la sexta? Demasiadas. Habría debido demorarme más en publicar, como le aconsejaba a Borges su padre. Quizá las dos últimas «El veneno de Napoleón» y «El príncipe de los piratas» pueden gustar a los amantes de las novelas históricas y, especialmente, de aventuras.

¿Qué consejo le darías a un escritor novel que quiere embarcarse en el mundo de la escritura?Según parece, sólo imparten consejos los maestros. Y yo no soy ningún maestro; sino un orgulloso aprendiz. Por otro lado, entre los escritores aún vivos y con dignidad reconocida para emitir consejos, como entre los buenos profesionales de cualquier gremio, hay más recelos, envidias, rencillas, contradicciones y rencores que auténtica admiración, que, desde luego, también existe. Dicho esto, parece una evidencia que los escritores fallecidos (no sólo porque estén muertos, que también, sino porque son más numerosos que los vivos, y más grandes) suelen ser los mejores maestros para cualquier alumno curioso.

¿Tiene algún ejemplo a seguir o desde siempre ha admirado o se siente influenciado por algún escritor?¡Uf! ¡Tanto y tantos! Chadler decía que respetaba escrupulosamente sus horas de trabajo; y que, si ese día no se encontraba inspirado, se imponía la regla de la inmovilidad; es decir, no se distraía con alternativas de ningún género. Inmóvil, sentado a la mesa, seguía adelante, sin moverse. Si estaba seco, resistía como un camello. Algo parecido decía Flaubert, a quien le costaba ponerse en marcha y era lento, afirmaba también, como el camello, ese filosófico ser, pero, cuando cogía carrerilla… se transformaba en una mano imparable. Creo que se empieza leyendo libros, títulos; al azar y luego escogidos; después autores, y, la tercera y última fase consiste en regresar a los títulos sueltos. No citaré a mis maestros porque sería tedioso y recorreríamos lugares demasiado comunes; pero sí diré que he leído un puñado de miles de libros y en los lugares más inconfesablemente inimaginables.

¿Cree que el lector nace o se hace?: Me parece que hay reglas y también hay excepciones. Y que tus preguntas serán siempre más sustanciosas que mis respuestas. Además, por qué ser taxativos. Primero, naturalmente, se me ocurre que el lector en ciernes, como cualquier cachorro con un cierto margen de libertad, es producto de su entorno más próximo, de lo que ve, oye y aprende junto a sus padres. En este sentido, supongo, como en otros, rige lo que todos sabemos y nos cuesta tanto aplicar: más vale un ejemplo que mil palabras. Sin embargo, conozco lectores que parecen haber crecido entre las flores y las bibliotecas, quizá como reacción a entornos familiares muy hostiles.

¿Qué novela está leyendo actualmente?: Leo, por lo general, varios libros a la vez. Aunque soy muy ávido, felizmente, digiero con rapidez. Ahora mismo: un ensayo de Antón Losada «Los ricos vamos ganando», «La imperfecta casada» de Somerset Maugham y una relectura de Huxley: «Viejo muere el cisne».

¿Cómo son sus personajes? ¿Se siente identificado con alguno de ellos? ¿Tiene parte de autobiográfico sus novelas?: La primera pregunta, quizá fuera más excitante formulársela a los lectores. Nadie debiera hacerse novelista antes de los 40 ó 45 años. Es complicado, intrincado y requiere de una pluma sensible pero tiránica el diseño de un personaje con corazón, capaz de arrastrar a los lectores, hacer que empaticen con sus fortunas y desventuras y etcétera. No me siento identificado con ninguno, y un poco con todos, Eva. Con respecto al carácter autobiográfico a que te refieres, en fin, en un libro de ficción todo se entremezcla, es bueno que así sea, como en un buen caldo de verduras. ¿El avecrem era autobiográfico o no lo era? ¿El agua era demasiado dura o demasiado blanda? Quizá lo fue… pero, al mezclarse avecrem y agua con el resto de condimentos… pasó que le dieron más sabor al conjunto. Bueno, si la mano del cocinero no era una mano de las que matan.

¿Tiene proyectos futuros en marcha?: Una novela literalmente mediada, una época distinta, una historia que me tenía flotando por ahí lejos, como un globo de helio, hasta que El hombre que amó a Eve Paradise me tiró de la cuerda, y, deliciosamente, me invitó a aterrizar sobre un escabel de terciopelo.

¿Cómo ve el mundo de la cultura en nuestro país, y el mundo de las bibliotecas?: Si respondiera como merece tu pregunta, abusaría de la paciencia de tus lectores. Nuestro país, creo, arrastra un déficil cultural y de comprensión lectora que se remonta al Medievo y a un catolicismo de viejas raíces. He aquí un déficit prioritario, y al que ningún gobierno ha querido hacer frente. Piensa que en pleno Renacimiento, en los Países Bajos, una inmensa mayoría (protestante) estaba alfabetizada, puesto que era deseable leer e interpretar personalmente la Biblia. Por lo que se refiere a las bibliotecas públicas, desempeñan un papel de primera magnitud, pero tengo la sensación de que están anquilosadas, de que deben modernizarse. Se parecen en exceso a las bibliotecas de hace cincuenta años. Así corremos el riesgo de que se conviertan en un terreno demasiado árido y mítico para las jóvenes generaciones.

¿Cuánto tiempo dedica a documentarse, escribir, etc. y dar por finalizada una novela?: De un año y medio a dos años, en total; pero, como debo de estar perdiendo facultades, percibo que la cosa se alarga de libro en libro. No obstante, depende mucho del género y de la propia historia. Al final, te convences de que el proceso de documentación es casi continuo y, por supuesto, de que el verdadero proceso de escritura, y la fase más gozosa, es la reeescritura del texto. Reescribes una y otra vez, relees y reescribes, casi de modo enfermizo. Me arriesgo, te diré algo más: creo que lo que distingue algo bueno de algo menos bueno es el encanto. Oh, sí, el encanto, y el instinto a la hora que detener la fase de reescritura.

¿Cree que las redes sociales y las nuevas tecnologías van a hacer que poco a poco se pierda el formato papel para los libros?: Al menos, durante bastantes años, el papel resistirá. El libro de papel es cómodo, bonito y un obsequio recurrente. También en natural que con el tiempo los nuevos formatos gocen de un protagonismo antes sólo reservado a los volúmenes impresos. Quizá, lo que menos que gusta es comprobar cómo el carácter líquido y poco sólido de nuestras ideas, tendencias, inclinaciones, se revelan en la filosofía de las redes sociales. Ahí la velocidad es trepidante, muchos contenidos pretenden ser sólo «noticiables» y proclives a la polémica, y todo acaba siendo prematuramente caduco.

¿Qué piensa de Alquibla, https://www.alquiblaweb.com, como página de difusión de la cultura? Confieso que no había oído hablar de Alquibla hasta que no tuviste la gentileza de contactar conmigo. Ahora, sin embargo, estoy seguro de que tu página goza de un sello propio y de que el número de seguidores será creciente. Además, es mi deseo. En tiempos tan necesitados de altavoces culturales como éste, si queremos que los chiquillos de hoy sean espíritus críticos mañana, páginas como Alquibla son imprescindibles.

   
Algo que añadir…
Sí, que no vuelvas a tratarme de usted. Mi agradecimiento por haber permitido que me explayase en un cuestionario tan completo, y por tu infinita paciencia. Y, desde luego, un saludo muy cordial a los lectores de Alquibla

Entrevista a Edmundo Díaz Conde, ganador del LXVI Premio de Novela Ateneo de Sevilla
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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