El “exemplum” es el nombre genérico que engloba distintas formas breves, como el cuento, la fábula o el apólogo, cuya extensión conceptual resulta difícil de delimitar y separar, por su ambigüedad semántica (Menéndez Peláez, 2005). Su importancia radica en que de él deriva gran parte de la creación literaria de los siglos XIII y XIV. Las colecciones hindúes entran en la cultura medieval occidental a través de los árabes.

A través de él se lograban modelar las conductas, pues reúne perfectamente las dos cualidades que se le exigía a la creación literaria y que Horacio volvió máxima: deleita y enseña.

La funcionalidad, que el ejemplo desempeñó en la predicación medieval, favoreció la compilación de ejemplarios, que facilitaban la consulta y la utilización por los propios predicadores. Los ejemplarios estaban formados por narraciones cortas, de las que se desprendía una moraleja, aplicable al campo ético-moral (Menéndez Peláez, 2005).

La primera de estas colecciones de ejemplos orientales es la «Disciplina Clericalis». Su contenido es una mezcla de sentencias, procedentes de filósofos árabes, a las que se añade una ejemplificación de claras e inconfundibles resonancias orientales. La difusión de esta colección fue enorme. Los manuscritos conservados llegan casi al centenar.

Se puede decir que este grupo genérico se inicia en lengua castellana con el «Calila e Dimna», traducido del árabe en torno a 1251, según la opinión más generalizada.

El «Sendebar» o «Libro de los engannos e los asayamientos de las mujeres», según la denominación más común, fue traducido al castellano, en 1253, por mandato del infante don Fadrique, hermano de Alfonso X. Como en el caso del «Calila e Dimna», el material literario procede de la India, en una primera versión sánscrita (Menéndez Peláez, 2005).

La «Leyenda de Barlaam y Josafat» constituye, asimismo, una de las tradiciones literarias más fecundas en el mundo medieval. La materia oriental, informada con los esquemas del didactismo budista, es acomodada al mundo cristiano en una versión griega, que pudiera ser considerada como un intento de adaptar al cristianismo la historia de Buda.

Lo que podemos observar en estas colecciones son ciertas estructuras narrativas comunes que se van utilizando.Cuen

Estructura narrativa

Los diferentes ejemplos se van introduciendo en un cuadro narrativo general que sirve para darle cierta unidad al conjunto. Estas formas de introducción pueden ser diversas, pero son tres las que destacan por encima de las demás:

  • Novela marco. El conjunto narrativo comprende una historia principal cuyo desarrollo se interrumpe por la inserción de historias subordinadas, cuya funcionalidad está al servicio de la acción principal, siendo utilizadas por el narrador para resaltar la intencionalidad que persigue el conjunto.

  • Caja china. Es una complicación de la técnica anterior: un personaje de la historia principal pasa a contar otro relato, el cual, a su vez, contiene otro y, así, sucesivamente. De esta manera, este procedimiento admite un número indefinido de ejemplos. No es muy frecuente esta técnica narrativa en estos ejemplarios, pues exige una gran habilidad en el compilador.

  • Eensartado. Es el más utilizado en los ejemplarios. En este caso, los distintos relatos independientes quedan unificados tan sólo por poseer un personaje central único o protagonista. Este personaje puede ser un simple espectador que relata un suceso en el que él no interviene (“ensartado cuento”) o, por el contrario, puede participar en la acción dando emotividad (“ensartado activo”).

En un primer momento, los ejemplarios occidentales estaban destinados casi únicamente a ser materia auxiliar para la predicación; de ahí que su estructura externa tomase como criterio, bien el orden alfabético, bien la naturaleza temática. Esta estructuración buscaba más bien lo funcional que lo artístico; por ello, se elige una clasificación que favoreciese y facilitase rápidamente su consulta. Con las traducciones de los ejemplarios orientales se opera un nuevo sistema de integración del ejemplo con técnicas de unificación literaria oriental, que se podría resumir en las estructuras narrativas que hemos mencionado (Menéndez Peláez, 2005).

Temática

Al igual que ocurre con las estructuras, también nos encontramos con una serie de temas más utilizados.

«La sabiduría es el tema predilecto, tanto de los ejemplarios como de las colecciones de sentencias. Es una sabiduría con unas características muy particulares, en consonancia con el inmovilismo y estatismo que caracterizan a la época medieval. El caudal sapiencial, desde esa perspectiva, es algo ya cerrado, adquirido por los sabios de época remota. La sabiduría, como depósito, no necesita acrecentarse, sino profundizar en los elementos por ella ya conocidos. Lo sapiencial queda, pues, reducido a un problema puramente didáctico y pedagógico: saber transmitir y comunicar el legado sapiencial a todos los hombres. Es este un tópico en una gran parte de los prólogos de los ejemplarios y colecciones de sentencias» (Menéndez Peláez, 2005: 284).

Esta sabiduría es más práctica que erudita, en consonancia con las categorías sapienciales orientales. Desde esta perspectiva, sabio no es tanto el que posee erudición cuanto el que ha aprendido a vivir. He aquí otra de las características de este conocimiento: ha de llevarse a la práctica. La fuerza de la sabiduría impele a quien la posee a transmitirla y comunicarla en beneficio de otras personas. El bien –y la sabiduría, que es el mejor bien– debe difundirse. Para ello se utilizarán aquellos métodos que faciliten un aprendizaje, gradual y ameno, expuesto en los distintos prólogos escritos por los autores y traductores.

Esta orientación existencial de la sabiduría explica las resonancias ético-morales que subyacen en todas las colecciones.

La fidelidad, la amistad, la justicia, son consideradas como virtudes que favorecen la convivencia humana. En líneas generales, existía una coincidencia entre los postulados morales del mundo oriental y determinados postulados y preceptos morales del cristianismo, lo que explica la favorable acogida que esta literatura tuvo en la sociedad occidental. En aquellos casos en los que pudiera existir una cierta distorsión con la moral cristiana, derivada de la ejemplaridad propuesta, asistimos a un proceso de cristianización o adaptación.

La misoginia, especialmente en el «Sendebar», se convierte en el hilo conductor de muchos ejemplos. Asimismo, la predestinación es otro tema muy frecuente y reiterativo; el destino del hombre está marcado desde su nacimiento y es inmutable; el sabio, el “entendido”, lo único que puede hacer es descubrirlo y averiguarlo con la ayuda de determinadas ciencias, como la astrología, pero nunca modificarlo. La única respuesta es la resignación, patrimonio exclusivo del sabio.

El vasto corpus de ejemplarios se convertirá en el principal material para el predicador medieval, observándose una lenta pero progresiva secularización. Si en una primera fase estas colecciones tienen como destinatarios exclusivamente a los clérigos, más tarde los propios clérigos las adaptan para que se aprovechen de sus enseñanzas los laicos; y, por último, serán los laicos quienes las utilicen para instruir y enseñar, como en el caso de don Juan Manuel con «El Conde Lucanor».

En el resto de Europa también se desarrolló de forma importante esta tradición cuentística. En Francia tuvieron bastante éxito dos formas: las fabliaux (literalmente «hablillas»), de tono satírico-humorístico; y relatos de aventuras protagonizados por animales (Sáez Vacas, 1994). En Italia principalmente triunfó una colección de cuentos: el «Decamerón» de Giovanni Boccaccio (1349-1351). Con toda justicia esta obra es considerada el inicio de la prosa moderna, y su influjo en el resto de Europa será determinante. En Inglaterra, destacan los «Cuentos de Canterbury» de Geoffrey Chaucer, por su variedad temática, ambiental, dialectal, de tono y de personajes.

A principios del siglo XX, el estudioso ruso Vladimir Propp estudió en profundidad el rico caudal de cuentos populares rusos, logrando sintetizar en cuatro puntos fundamentales las características de estos cuentos populares (Propp, 1981):

  1. Los elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que cumplen esas funciones. Las funciones son las partes constitutivas fundamentales del cuento. Por función entendemos la acción de un personaje definida desde el punto de vista de su significación en el desarrollo de la intriga.

  2. El número de funciones que incluye el cuento maravilloso es limitado.

  3. La sucesión de las funciones es siempre idéntica.

  4. Todos los cuentos maravillosos pertenecen al mismo tipo en lo que concierne a su estructura.

Todos los aspectos que hemos señalado acerca del cuento popular tradicional se deben a la clara finalidad didáctica de éste. Sin embargo, es durante el siglo XIX cuando el género narrativo comienza a evolucionar a lo que es hoy.

La literatura ejemplar
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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