Antonio Porpetta nació en Elda en 1936. Pudo ser un sesudo juez o notario, o abogado laboralista, vaya usted a saber, tal como querían sus padres, que para eso le hicieron estudiar Derecho. Pudo ser sapiente ratoncillo de pergaminos, infatigable rellenador de fichas de biblioteca. Por eso estudió también algo tan «provechoso» como Genealogía, Heráldica y Nobiliaria. Pudo ser, y lo fue, y lástima que por poco tiempo, el más marchoso solista de los conjuntos musicales de los años 60. Fue en Barcelona y allí, con el seudónimo de «Jorge Miranda y su grupo», hizo estragos entre las veinteañeras.

Antonio Porpetta, un poeta universal

Podía haber tenido algunas de esas profesiones o todas a la vez, que capacidad no le faltaba, pero no pudo evitar ser poeta. Un excelente poeta. Un poeta de los pocos hoy cuyo nombre traspasará la insobornable barrera del olvido. Antonio ha llevado su nombre y, con él, la entraña de esta luz, de esta orilla de mar, la tintura de este suelo y el tañido de nuestras propias palabras por todas las tierras donde hoy es reconocido como un gran poeta y a todas las lenguas a las que se ha traducido. Porque hasta al chino y al serbo-croata han sido vertidos sus poemas, así como así como transcrita al sistema Braille por la Organización Nacional de Ciegos de España.

La obra de A. Porpetta ha conseguido un reconocimiento extraordinario en una sociedad como la nuestra no muy propensa, esa es la verdad, a alambicamientos poéticos. Entre sus premios más queridos, el «Hilly Mendelssohn», el Fastenrath de la Real Academia Española, el premio Neruda de la Unión of Iberian American Writers of United States of America.

Y es que la poesía de Antonio tiene algo que engancha. Ese algo puede ser un vocabulario riquísimo, un don especial para fijar el exacto nombre de las cosas, para llegar al sentimiento y a la razón del lector con unas palabras que en él parecen recién hechas, acabadas de salir del horno, llenas de toda la emoción que pudieran tener en la primera mañana del mundo.

Y el ritmo. Algo muy propio de los que vivimos en esta tierra de moros y cristianos en la que, con el olor de los almendros, llegan las cadencias de marchas y adagios; ese ritmo se hace elemento clave en la poesía de Antonio.

Y no olvides este consejo de Antonio para ti, que te estás estrenando como poeta:

«No ser poeta sólo ante la cuartilla blanca, sino siempre, en cada momento del día o de la noche, ante cualquier circunstancia. Pero sin cometer la ingenuidad de demostrarlo. Que nadie descubra vuestro estigma si no es estrictamente necesario«.

Inició su labor literaria con la publicación del libro de poemas Por un cálido sendero (Madrid, 1978) que contiene 20 poemas suyos y 15 de su mujer, Luzmaría Jiménez. Significaba el comienzo de la andadura de ambos por el cálido sendero de la poesía, al que seguirían: La huella en la ceniza. Prólogo de Leopoldo de Luis (Alicante, 1980); Cuaderno de los acercamientos (Sevilla, 1980) con él obtuvo el Premio Angaro, de Sevilla, en 1980. Si el anterior libro era el comienzo de un camino hacia el encuentro con la belleza, del asedio a la poesía, éste, lo dice el título significa la aproximación a su objetivo. Antonio se reconoce cercano a su meta, por eso proclama alborozado que le ha nacido una nueva voz, que la ha inundado una renacida luz. Los 24 poemas, muchos de ellos con el tema central del quehacer poético, proclaman la alegría del neófito, del converso a la religión de la llama.

Es un libro exultante ; Meditación de los asombros. Prólogo de José Hierro (Valencia, 1981), es posiblemente, su libro más acabado. «Con él, dice Antonio, comencé a encontrar mi propia voz». Este es el fruto de sus viajes por los lugares mágicos de España, esos que no salen en las guías de turismo y en los que es todavía posible encontrar el estremecimiento por tanta vida que derrumbó el tiempo: un retablo escondido, una estatua yacente en una ermita abandonada, el silencio en las ruinas de un claustro o teatro romano, etc.; Ardieron ya los sándalos (Madrid, 1982), publicado por Adonais, es su primer libro dedicado íntegramente al tema amoroso. Porpetta es un hombre en perpetuo enamoramiento: de la soledad, de las pequeñas cosas, del mar inmenso, de la mujer…de la idea y de la piel que hacen a LA MUJER, sobre todo. Ese es el nexo que une todos sus libros.

Ese y la angustia del tiempo destructor de tanta belleza, ceniza de tanta ausencia. Todo el poemario, 23 poemas agrupados en tres partes, es un diálogo con la amada, excepto un largo poema que sirve de enlace entre la primera y la tercera parte, y en el que se manifiesta todo el terror físico y sobrenatural que rodea a la criatura humana, del que sólo puede salvarse anidándose en y a través de amor ; El clavicordio ante el espejo (Madrid, 1983), es uno de los tres libros básicos de Porpetta.

Con él obtuvo el prestigioso Premio Hilly Mendelssohn de Poesía, en 1983. El libro tiene la estructura de un breve concierto de clavicordio: un poema-preludio que enuncia con su acorde el tema y luego 10 poemas en los que se sigue una original técnica de contrapunto: el recuerdo de un momento de la niñez, los hechos y circunstancias vividas en esta etapa de la vida, son vistos luego desde la realidad del presente que ha sido condicionado por aquellos momentos. Pasado y presente para un futuro poético.

El clavicordio es, sobre todo, un libro autobiográfico en donde Elda, sin ser nombrada, está presente en casi todas las páginas: el río, la estación de ferrocarril, las calles y plazas, la iglesia, el valle… ; Los sigilos violados (León, 1985), galardonado con el Premio Fastenrath de la Real Academia Española y publicado por la Diputación Provincial de León en 1985, puesto que también ganó el Premio de la VIII Bienal de Poesía Provincia de León. Los 24 poemas del libro están estructurados en cuatro apartados, pero en todos ellos hay una preocupación central, un leit-motiv que emerge frontal en bastante poesías y subyace prácticamente en todas: el paso devastador del tiempo, que, ahora, a diferencia con el poemario Ardieron ya los sándalos, no tiene el contrapunto de una improbable victoria del amor ; Territorio del fuego (Madrid, 1988 y 1989). Pocas veces después de Rubén Darío, a quien Porpetta debe tanto, el verso libre ha conseguido la musicalidad y riqueza expresiva que hay aquí.

El cuerpo femenino es el tema monocorde de estos 20 poemas en los que la alegoría alcanza cotas de profunda belleza en imaginación. ; Década del insomnio. Selección e Introducción de José Mas (Madrid, 1990); Adagio mediterráneo (San Sebastián de los Reyes/Madrid, 1997); Silva de extravagancias. Prólogo de Pedro J. de la Peña (Madrid, 2000); Penúltima intemperie (Antología personal). Introducción de Florencia Martínez Ruiz (Valencia, 2002); De la memoria azul (Valencia, 2003); Como un hondo silencio de campanas. Prólogo de David Escobar Galindo (San Salvador, 2005); y La mirada intramuros. Prólogo de Rafael Carcelén García (Madrid, 2007).

Ha publicado ensayos sobre la vida y la obra de Carolina Coronado (Madrid, 1983) y Gabriel Miró (Alicante, 1996; Madrid, 2004; Valencia, 2009), así como una Historia de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, con prólogo de Leopoldo de Luis y epílogo de J. Gerardo Manrique de Lara (Madrid, 1986). Y como narrador, Manual de supervivencia para turistas españoles (Madrid, 1990); El benefactor y diez cuentos más (Alicante, 1997); Memorias de un poeta errante. Introducción de Adela Pedrosa (Elda/Alicante, 2008); Historias mínimas y otros divertimentos (Madrid, 2009); y Guía práctica para turistas inexpertos (narrativa de humor) (Madrid, 2011).

Grabaciones en su voz: Casete Territorio del fuego (Madrid, 1989); CD Mi palabra y mi voz (Madrid, 1998); y CD Versos para quien sepa amar (Elda/Alicante, 2009).

Amplias antologías y estudios de su obra en los libros: Antonio Porpetta: Una voluntad poética, de R. Hiriart (Alicante, 1988); Antonio Porpetta: Memoria y presencia, de S. Pavía (Elda/Alicante, 1993); Antonio Porpetta: Análisis y aplicaciones pedagógicas de su obra poética, Tesis doctoral de M. Klass (Nueva York, 1998); y La poesía de Antonio Porpetta: Un mar de temas y de símbolos, Tesis de licenciatura de O. Condrea (Iasi, Rumania, 2001).

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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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