Tomó el hábito en un monasterio de Liébana, probablemente en San Martín, llamado después Santo Toribio de Liébana. Su nombre va ligado a las controversias adopcionistas.

Monje asturiano

Escribió unos Comentarios al Apocalipsis (776), en doce libros, que dedicó al obispo de Osma, Eterio. La obra está regida por la creencia en el próximo fin del mundo y conserva fragmentos de textos perdidos. Fue muy leído durante los siglos IX-XI en León y Castilla. El texto fue editado por el padre E. Flórez (Madrid 1770).

Su obra Liber adversus Elipando sirve de adoptione Christi Filii Dei, compuesta juntamente con Eterio, muestra vigorosa elocuencia y profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras.

Se le atribuye el himno litúrgico. O Dei verbum Patris ore proditum (783-788), escrito para la festividad de Santiago y dedicado al rey Mauregato. En Asturias se le venera como santo. Su festividad se celebra el 19 de febrero.

Uno de los personajes más importantes durante la monarquía asturiana, y sin duda el de mayor transcendencia desde los puntos de vista religioso y cultural, fue este monje del Monasterio de Santo Toribio de Liébana -entonces San Martín de Turieno-, que además de escribir una extensa obra literaria, participó, junto con Eterio, obispo de Osma y discípulo suyo, en una importante controversia teológica con Elipando, obispo metropolitano y primado de Toledo, en la que tuvieron que intervenir el Papa Adriano I e incluso Carlomagno.

También participó activamente en política como consejero del rey Silo, además de ser maestro de la reina Adosinda, y fue el creador de la leyenda de Santiago Apóstol como patrón de España, sólo algunos años antes del oportuno «descubrimiento» de su tumba en Iria Flavia.

Nacido antes del año 750, nada se sabe de los orígenes de Beato, aunque por su nivel de conocimientos y por la bibliografía que manejó, que no parece probable existiera previamente en un lugar tan apartado de los Picos de Europa, se ha dado en suponer que pudo emigrar hacia Asturias en tiempos de Alfonso I, quizá como parte de una comunidad monástica de origen visigodo que habría sobrevivido hasta entonces en la meseta castellana, que también habría transportado su biblioteca, fundando el monasterio que hoy llamamos Santo Toribio de Liébana.

Lo que sí sabemos de este personaje, que en algunas ocasiones aparece como presbítero y en otras como abad, es que a partir de entonces y hasta aproximadamente el año 790, desplegó una gran actividad en tres áreas complementarias pero perfectamente diferenciadas, que llegaron a tener una gran trascendencia y que lo convierten en uno de los personajes más significativos de la España cristiana del siglo VIII.

Desde el punto de vista de la literatura religiosa, escribió los doce libros de sus «Comentarios al Apocalipsis de San Juan«, muy avanzado en el año 776 aunque no lo daría por terminado hasta el 786 como consta en la dedicatoria a su discípulo Eterio. Esta gran obra pasó a ser en los siglos siguientes el origen de un amplio conjunto de magníficos manuscritos miniados que lo han convertido en libro más conocido del medievo europeo, aunque su original no ha llegado hasta nosotros.Otra obra que resultó de gran transcendencia para la historia de España y para la Iglesia Católica, fue el «O Dei verbum«, escrito en 785, en el que incluye un himno en honor del apóstol Santiago, donde por primera vez se menciona al apóstol como «Cabeza refulgente y dorada de España» lo que será el origen de la leyenda del viaje de Santiago el Mayor a España que acabaría convirtiéndole en nuestro patrón.

También adquirió gran renombre por sus escritos «De Adoptione Christi Filii Dei» y «Apologético«, en su intervención en 784 y 785 a favor de las tesis de Alcuino de York contra la teoría adopcionista que defendían los obispos Elipando de Toledo y Félix de Urgel, que ponían en duda la naturaleza divina de Jesús, aproximando sospechosamente la doctrina trinitaria cristiana a la unitaria islámica desde un obispado situado en pleno territorio árabe.

Esta controversia, que obligó a Carlomagno a convocar un concilio en Ratisbona en el año 792 y en el que triunfaron las tesis de Beato, que a pesar de no asistir al concilio fue uno de los grandes protagonistas del debate, lo que permitió que llegara a ser conocido en toda EuropaSu tercera actividad, también importante aunque menos conocida, fue la política, ya que además de su colaboración con el Rey Silo y su esposa Adosinda, debió tener también buenas relaciones con Mauregato, al que dedicó los acrósticos del «O Dei verbum«.

Pero mucho más significativas para el reino asturiano fueron las consecuencias de su disputa con Elipando, que dieron a conocer el Reino de Asturias en la Europa de Carlomagno y permitieron trasladar el centro espiritual del catolicismo en España desde Toledo, que continuaba siendo la sede primada a pesar de estar situada en territorio musulmán, hacia el nuevo reino cristiano del norte y que se fijaría poco tiempo después en Santiago de Compostela.

Otra de su acciones fundamentales, tanto desde el punto de vista político como del cultural y el religioso fue la creación del mito de Santiago como patrón de España, que promovió el desarrollo del Camino de Santiago con todo lo que significó esta vía de comunicación en los siglos siguientes para la relación y el intercambio cultural entre España y el resto de Europa.

No conocemos la fecha de su muerte, que debió ocurrir en los primeros años del siglo XI, antes del descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago. Parece que después de la vuelta de Alfonso II al trono en el año 791 se redujo considerablemente su influencia en la corte asturiana, ya que, aunque se sabe que en el año 799 recibió una carta de Alcuino de York, no se tienen otras noticias de sus últimos años.

Los Comentarios al Apocalipsis

El Apocalipsis fue un libro muy conflictivo desde el punto de vista canónico en la Alta Edad Media, pero mientras su ortodoxia fue puesta en duda en la Iglesia Oriental, en occidente sucedió lo contrario, hasta el punto de que ya en el año 633, en el IV Concilio de Toledo, se ordena su lectura continuada entre Pascua y Pentecostés.

Por otro lado, su contenido proporciona un claro argumento en favor de la tesis de la divinidad de Cristo, es decir, contra la teoría adopcionista de Elipando y Félix, lo que incrementó su interés para los defensores de la teoría trinitaria y, por lo tanto, para un antiadopcionista declarado como Beato.

Esto fue posiblemente uno de los motivos básicos para que escribiera esta obra, de la que sólo nos queda su reflejo en una treintena de copias de las que de la más antigua -el llamado Beato de Cirueña, considerado de finales del siglo IX o principios del X- sólo ha nos llegado un folio que apareció en el Monasterio de Silos envolviendo otro manuscrito, mientras los restantes «beatos» están datados entre la primera mitad del siglo X y mediados del XIII.

También es interesante destacar que en un catálogo mozárabe cordobés del año 882 aparece un «Expositium Danielis et Apocalipsin… in uno corpore», es decir, un «beato» que ya contenía también el Libro de Daniel. Este manuscrito ha desaparecido, pero aún existía en el siglo XVI, ya que lo vio Ambrosio de Morales en Oviedo.

Beato disponía de abundantes libros; reconoce como fuentes, además de San Juan, a Jerónimo, Agustín, Ambrosio, Fulgencio, Gregorio e Isidoro entre otros y sus conocimientos son indudables no sólo por esta compleja obra, sino por la solidez que demostró en su complicada controversia teológica contra un adversario de tanta calidad como Elipando. Sin embargo, para sus Comentarios utilizó básicamente las obras sobre el mismo tema de dos autores africanos, Primasio y Ticonio y de otro hispano-visigodo del tiempo de Teudis, Apringio de Beja, de los que copia directamente en muchos casos.

Existen muchas dudas sobre las características de este manuscrito original.

No sabemos si Beato hizo una única versión o si fueron varias, sobre lo que existen distintas teorías que veremos más adelante, ya que lo que parece claro es que en las copias posteriores se observan varias familias, que siguen diferentes versiones no sólo en lo relativo al texto utilizado sino también al analizar las características y los contenidos de sus miniaturas, aunque no siempre coinciden en algunas de esas copias la versión textual con la pictórica.

Comentarios al Apocalipsis

Tampoco sabemos si el Beato original del Siglo VIII ya incluía miniaturas o si éstas aparecieron en las versiones de época posterior, estando más extendida la tesis de que el original ya se concibió para contener un apoyo visual, lo que nos parece lo más probable, ya que incluso en algunos de los beatos el texto tiene referencias a las imágenes.

Los Comentarios al Apocalipsis están formados habitualmente por los siguientes componentes:

Prólogo General: Incluye una presentación y una relación la bibliografía utilizada.

Prefacio: Presenta un resumen previo del contenido.

Los doce libros que contienen los Comentarios al Apocalipisis.

Tablas genealógicas de personajes bíblicos.

En algunos casos se incluyen también textos de Gregorio de Elvira, San Jerónimo y de las Etimologías de San Isidoro

Los textos bíblicos se presentan siempre de la misma forma, incluyendo el propio texto original –storia-, seguido de su explicación –explanatio– y, finalmente, para cada texto se añaden interpretaciones sobre ese texto de otros autores –interpretatio-. Por otro lado, de acuerdo con la estructura que se observa en todas sus copias, en el caso de que este primer Beato estuviera iluminado, las miniaturas se integrarían entre la «storia» y la «explanatio«, y estarían en la mayoría de los casos relacionadas con el texto en que están inscritas.

 

 

Beato de Liébana y el Apocalipsis
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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