Rodolfo Llopis fue un dirigente socialista y pedagogo español, secretario general del PSOE en el exilio. Fue diputado en Cortes durante la II República y ministro de Instrucción Pública.

Cursa estudios en la Escuela Superior de Magisterio. Es profesor de la Escuela Normal de Ciencia. Ingresa en el PSOE en 1917.

Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT

Cofundador de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT. Fue diputado por Alicante en 1931, 1933 y 1936.

Director General de Primera Enseñanza durante la República, en el ministerio dirigido por Marcelino Domingo, fue conocido por haber extendido la construcción y equipamiento de escuelas primarias por toda España.

Durante la Guerra Civil, ocupó el cargo de Subsecretario de la Presidencia del Gobierno con Francisco Largo Caballero.

Fue contrario al Gobierno de Juan Negrín y denunció el acaparamiento de poder por el PCE.

Se exilió en Francia tras la guerra y en 1947 fue elegido Presidente de Gobierno de la República española en el exilio. En el Congreso del PSOE en el exterior en 1944 fue elegido Secretario General.

Fue también presidente de la UGT en el exilio, manteniendo su infraestructura.

El 3 de junio de 1951 fue firmante del Acta de Francfort en virtud de la cual se creaba de nuevo la Internacional Socialista.

Dentro del PSOE mantuvo la tesis de la defensa de la organización exterior frente a los nuevos dirigentes del interior que pugnaban por combatir la dictadura desde España.

Estos últimos, junto a un sector del exilio, defendían una renovación del partido que implicaba desplazar a la dirección llopista, tesis que acabarían triunfando en el Congreso de la UGT de 1971 y en el Congreso de Suresnes del PSOE celebrado en en agosto de 1972.

Llopis no aceptaría ser presidente del partido como le ofrecían los renovadores -pretendía seguir como secretario general-, provocando una ruptura que escinde el partido en dos: el PSOE Histórico llopista y el PSOE Renovado, que tendrá una dirección colegiada en el interior (Nicolás Redondo, Pablo Castellano y Felipe González, entre otros).

Ambas fracciones rivalizarían por la legitimidad en el uso de las siglas del partido, en un conflicto que dirimiría la Internacional Socialista en enero de 1974 al decantarse por el PSOE Renovado.

El primer Congreso del PSOE Histórico (diciembre de 1972) mantendría a Llopis en la secretaría general, que en 1974 cede el puesto a Víctor Salazar.

En 1976 regresó a España, presidiendo el Congreso del partido. Al año siguiente se presentó como candidato al Senado, en las listas de la Alianza Socialista Democrática, sin éxito. Volvió a Francia, donde murió en 1983.

Novelas de Rodolfo Llopis

La escuela del porvenir, según Angelo Patri, 1923.

La pedagogía del Dr. Drekoly, 1927.

La educación nueva en Austria, 1929.

Emigración, exilio y perspectiva del mañana, 1949.

España espera su hora, 1958.

Las Misiones Pedagógicas

Fueron un proyecto educativo español patrocinado por el Gobierno de la Segunda República Española a partir del Museo Pedagógico Nacional, centro de investigación pedagógica, e inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza. Fueron fundadas en 1931 y finalizaron con el comienzo de la guerra civil en 1936.

Las Misiones Pedagógicas republicanas, como su propio nombre indica, se crearon por Decreto de 29 de Mayo de 1931, es decir, a comienzos de la II República Española, proclamada el 14 de Abril de 1931 y de la que pronto obtuvo la presidencia Niceto Alcalá-Zamora, siendo Marcelino Domingo Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.

La comisión central era la encargada de desarrollar los trabajos a realizar:

A) Fomentar la cultura general mediante bibliotecas populares, organización de lecturas, sesiones cinematográficas para conocer otros pueblos, sesiones musicales de coros y orquestas, audiciones por radio, exposiciones de arte con museos circulantes. B) Orientación pedagógica con visitas a escuelas para conocer su situación con la posterior celebración de una semana o quincena pedagógica y cursillos para maestros, en los cuales les muestran o enseñan cómo dar clases a los niños y los materiales de los que disponen. C) Cultura ciudadana, se celebraban reuniones con principios democráticos de los pueblos modernos para revisar la estructura del estado y sus poderes.

La Comisión Central y la Comisión Provincial debían estar formadas por personas cualificadas en la enseñanza y fuera de ella. Los gastos de los servicios y material correrían a cargo del Ministerio de Instrucción Pública.

Manuel Bartolomé Cossío, heredero espiritual de Francisco Giner de los Ríos, en cuyas ideas se basaban las mismas Misiones, fue nombrado Presidente del Patronato; Luis Álvarez Santullano fue su Secretario y Constantino Suárez el Secretario Técnico, como vocales se nombró a personajes tan significativos como Antonio Machado, Pedro Salinas, Amparo Cebrián y Mª Luisa Navarro entre otros, en la Orden del 6 de Agosto de 1931.

Objetivo de las Misiones Pedagógicas

El objetivo de las Misiones Pedagógicas era llevar a todas las zonas rurales y aldeas aquello que se desarrollaba en las ciudades, para que disfrutaran de ello como españoles que formaban también parte de la sociedad.

Las Misiones Pedagógicas no nacieron de forma espontánea, sino que fueron fruto de una serie de iniciativas. En su origen es obligado destacar el influjo de la Escuela Nueva, fundada en 1910, creada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos y promovida por una burguesía culta y progresista.

Esta última supuso una profunda renovación de la pedagogía en España. La Institución Libre de Enseñanza, cuyo objetivo era la transformación de España a través de la educación, tuvo una gran influencia en la sociedad española, siendo el germen de otras instituciones de carácter pedagógico que tan profunda huella han dejado en nuestra historia reciente.

Bibliotecas en las Misiones Pedagógicas

Las Misiones Pedagógicas centraron su interés en la educación de los adultos más marginados y en el fomento y apoyo de la labor educativa de las escuelas rurales españolas, suministrándoles los medios necesarios para su reincorporación y mejora educativa.

Pero ello sólo es posible a través de la lectura, por tanto, su mayor esfuerzo estuvo dedicado a la creación de pequeñas bibliotecas en el medio rural, que permitiesen que el libro llegase a los rincones más apartados de nuestro país.

El Ministerio de Instrucción Pública mostró una gran preocupación por la biblioteca, al atribuirle mayor eficacia aún que a la escuela para el desarrollo cultural de las personas, como certifica, poco después de la creación del Patronato de Misiones Pedagógicas, la aprobación del Decreto de 7 de agosto de 1931, que establecía la obligatoriedad para todas las escuelas primarias de contar con una biblioteca abierta y gratuita, tanto para el niño como para el adulto, bajo la tutela del maestro.

La administración de la biblioteca correspondía al Consejo Local de Primera Enseñanza, que redactaría un reglamento, aprobaría su presupuesto, organizaría lecturas públicas y conferencias, y celebraría fiestas y colectas.

También tramitaría el intercambio de libros con otras bibliotecas y propondría al inspector de primera enseñanza las nuevas adquisiciones. A su vez, los inspectores, en sus visitas por las escuelas, debían de informar sobre el estado de las bibliotecas.

El Servicio de Bibliotecas, coordinado por el poeta Luis Cernuda y los bibliotecarios María Moliner y Juan Vicens de la Llave, fue el más importante de los siete que tenía el Patronato, pues a él estuvo destinado casi el 60 % del presupuesto del mismo en sus tres primeros años de andadura, esfuerzo económico que permitió la creación, en junio de 1936, de 5.522 bibliotecas.

El ritmo de creación de bibliotecas no fue siempre el mismo, pues tras el gran impulso de los primeros años, los recortes presupuestarios que aplicaron desde 1935 los gobiernos conservadores, a los que Américo Castro calificó de dinamiteros de la cultura, disminuyeron la marcha del periodo anterior. A pesar de la desaceleración de su etapa final, las Misiones Pedagógicas fueron capaces de establecer una biblioteca en el 11,3% del total de escuelas primarias existente en España, en tan sólo cinco años de vida.

Las bibliotecas se instalaron en localidades menores de 5.000 habitantes, donde residía más del 40% de la población española, y preferentemente en aldeas de 50, 100 y 200 personas.

Se trataba de pequeños núcleos mal comunicados con los municipios a los que pertenecían, y en los que no se contaba con ningún medio de acceso a la cultura.

Aunque el Patronato intentó que la distribución de bibliotecas entre las distintas provincias resultase equilibrada, no fue posible debido al desigual número de peticiones y a que en algunas provincias había muy pocas localidades con menos de 5.000 habitantes, mientras que en otras sólo la capital de la provincia superaba este número.

De esta forma es comprensible que en provincias como Oviedo, León, Pontevedra, Huesca, Soria y Salamanca se crearan más de 150 bibliotecas, y sin embargo en Córdoba, Sevilla, Cádiz, Huelva, Guipúzcoa, Álava, Teruel y Ciudad Real no se llegase a las 50.

Cada biblioteca recibía una caja que contenía una colección de 100 volúmenes de sólida encuadernación, acompañados de talonarios para el préstamo, fichas especiales para la estadística, hojas de papel para forrar los libros y registros con indicaciones para el cuidado de los libros. Dichas colecciones podían organizarse:

Lecturas para adultos: se trataba de obras de literatura española y universal pero también incluía tratado estamentales sobre ciencia, técnica, sanidad, historia,… • Lecturas para niños: estas eran de menores dimensiones y compuestos en su mayoría por cuentos esto es, de adaptaciones de grandes obras de literatura, libros de aventuras y obras de consulta.

Aunque la biblioteca se instalaba en la escuela, bajo la vigilancia del maestro, no se trataba de una biblioteca escolar, ya que los lotes de libros eran fruto de una concienzuda selección a cargo del Patronato, que iba ampliando la colección en función de los gustos o peticiones de los lectores de aquella época.

Las bibliotecas populares, particularmente las de Cataluña y Madrid por sus fondos y número de lectores, constituyeron un claro precedente de lo que serían las bibliotecas creadas por las Misiones Pedagógicas.

La Biblioteca Popular Circulante de Castropol, fundada en 1922, llegó a contar con quince sucursales diseminadas por su comarca, desarrollando un amplio programa de extensión cultural (teatro popular, folklore local, conferencias, proyecciones cinematográficas, publicación de boletines, exposiciones…).

La Biblioteca estaba a disposición de los niños durante todo el día y como complemento de la docencia, durante la jornada laboral.

Una vez terminada la jornada laboral, se abrían las puertas de la Biblioteca para el resto de la vecindad, pudiendo consultar obras o disponer de los libros en casa a forma de préstamo. La acogida de las Bibliotecas fue excelente, recogiendo una suma de lectores que ascendía entre 1931 y 1933 a 269.325.

Todo ello sin tener en cuenta los libros prestados en forma de préstamo que eran leídos por toda la familia pese que estadísticamente fueran contabilizados en forma de préstamo.

En definitiva se alcanzó un buen auge de la Bibliotecas, a pesar de los intereses de algunas autoridades civiles, miembros de partidos conservadores o curas rurales.

Debemos hacer un pequeño paréntesis para destacar la labor brillantísima al frente de la Delegación de las Misiones Pedagógicas en Valencia por María Moliner, la cual fue considerada la mejor lexicógrafa de todos los tiempos y autora del mejor plan de organización de Bibliotecas de España.

María Moliner tenía el objetivo de ensayar una organización bibliotecaria, extensible a otras regiones, en las que las bibliotecas rurales quedasen relacionadas con una biblioteca central que coordinase su funcionamiento y cuya red aspirase a que cualquier lector en cualquier lugar pudiese obtener cualquier libro que le interesase.

Esta experiencia sería fundamental para la posterior redacción del ambicioso Proyecto de Bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado.

Los misioneros, gracias a su entrega e ilusión, significaron el principal motor de las Misiones Pedagógicas. Sus filas se nutrían de todo tipo de personas, desde maestros o profesores, artistas, jóvenes estudiantes, hasta personalidades que después se convertirían en intelectuales de primera fila, como nuestra gran filósofa María Zambrano, Alejandro Casona, José Val del Omar, Ramón Gaya o Carmen Conde.

En los años 30 hubo un auge de bibliotecas en España, motivado en su mayoría por la apertura a experiencias de países más desarrollados.

La investigación erudita intentaría resolver los principales problemas de las bibliotecas españolas; el atraso con respecto a países de nuestro entorno, la escasa y deficiente formación profesional y la necesidad de una renovación y ampliación de la misión de los bibliotecarios.

La principal preocupación de los profesionales españoles era el desarrollo de las bibliotecas públicas y la mejora del acceso al libro, particularmente en las zonas rurales.

Por aquella época se demandaba el aumento de las dotaciones económicas necesarias para la creación de modernas bibliotecas y la renovación de las obsoletas colecciones bibliográficas.

A estas carencias hay que añadir el escaso número de bibliotecarios profesionales lo que obligó a que la extensión de la lectura pública fuese realizada por personal no bibliotecario.

El Patronato de Misiones Pedagógicas encomendó la gestión de las bibliotecas rurales en su mayoría a maestros y en ciertas circunstancias a personas de instrucción.

En cada biblioteca, el maestro realizaba la gestión del catálogo de libros, llevaba la contabilidad, el registro de los libros prestados y elaboraba un informe al final del año, en el cual indicaba el movimiento de la biblioteca y la situación de caja. Todo ello, sin recibir ninguna retribución a cambio.

 

Rodolfo Llopis y las misiones pedagógicas
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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