La literatura occidental tiene su origen en Grecia y Roma, y las literaturas europeas siempre han imitado, adaptado, objetado y regresado a esta herencia clásica inevitable.

En los 1.500 años que separan a Homero del comienzo de la Edad Media, nacieron casi todas las formas principales de prosa y poesía, y entonces apareció el concepto mismo de la literatura como actividad independiente.

A partir de la herencia tan variada, el Renacimiento presentó una imagen del Clasicismo como algo estático, cuyos valores eran el orden, la unidad y la estabilidad.

Pero si los examinamos más de cerca, las literaturas de Grecia y Roma manifiestan mayor variedad y discordancia

LA LITERATURA GRIEGA PRIMITIVA

Los primeros documentos en griego que se conservan son unas tablas micénicas de barro del segundo milenio a.C. en unas escrituras llamadas «lineal B»; pero la literatura nace con dos epopeyas: la Iliada y la Odisea, de Homero (s.VIII a.C.).

Es posible que, en realidad, no sean obras de un solo hombre, y sin duda hay tras ellas una larga tradición de poesía oral. La Iliada describe la guerra emprendida contra Troya por los griegos para recuperar a Helena, esposa de Menelao. La Iliada presta especial atención a la cólera de Aquiles, el máximo guerrero griego, y sus trágicas consecuencias. La Odisea relata las aventuras de Odiseo en su regreso de Troya para recuperar su mujer y su trono. Juntos, estos dos poemas determinaron la forma y los temas del género épico en Occidente.

Un casi contemporáneo de Homero, Hesíodo escribió el primer poema didáctico, Los trabajos y los días (un relato sobre la vida de un campesino) y Teogonía (una versión de la creación y los dioses).

LA ÉPOCA DORADA DE ATENAS

Los escritores filosóficos e históricos del siglo VI marcan el comienzo de la prosa literaria griega.

Mientras tanto, Píndaro y Baquílides con sus cantos corales en honor de los atletas victoriosos, prosiguieron las investigaciones de la expresión lírica. Pero en el siglo V se produjo una explosión de innovación literaria sin paralelos, sobre todo en Atenas, el centro de un imperio recién creado.

Se supone que la tragedia tiene sus orígenes en los rituales primitivos.

No obstante, fue en las obras de teatro de Esquilo en particular en su magnífica trilogía, La Orestíada, donde la tragedia adquirió ese intenso interés por el sufrimiento y la responsabilidad humanas que la han caracterizado desde entonces. Las mismas cuestiones aparecen en las obras de teatro de Sófocles entre las que destaca Edipo rey y Antígona, cuyos héroes apasionados entran en incómodo contacto con el mundo cotidiano del público. Con Eurípides el género dio un giro intelectual, explorando la ambigüedad de lenguaje.

Al mismo tiempo que las tragedias, se presentaron las comedias de Aristófanes, fantasías obscenas pero con contenido político, en las cuales los hombres llegan al cielo montados en un escarabajo, o las mujeres se adueñan de la ciudad. La historia de las guerras contra los persas, a comienzos del siglo V fue narrada por el «padre de la historia».

Herodoto en una obra que demostró un favorable interés por las civilizaciones de Oriente medio y Egipto. Un contemporáneo suyo, más joven, Tucídides relató la historia de la posterior y desastrosa guerra del Peloponeso es un estilo sumamente personal que estiró y torturó el idioma griego para hacerle expresar la trágica caída del poder imperial ateniense.

EL PERÍODO HELENÍSTICO

El siglo IV a.C. fue una época de prosa. Los principales escritores trabajaron en géneros que actualmente se excluyen del género literario: Platón y después Aristóteles en filosofía; Isócrates y Demóstenes en oratoria.

El auge de Macedonia y el fin de la tradicional libertad griega provocaron otro cambio más en los hábitos literarios. El constante vigor de la actividad literaria en Atenas es evidente en la «comedia nueva» de autores dramáticos tales como Menandro, cuyo humor, ingenioso aunque estilizado, de situaciones e intrigas, carece del filo satírico de Aristófanes.

La figura principal de este periodo «alejandrino» o «helenístico» fue el poeta-erudito Calímaco, para quien lo primordial en literatura era el aspecto artístico y se mofaba de los «grandes libros» y el arcaísmo vacuo.

Cabe destacar también los comienzos de la poesía bucólica en los Idilios de Teócrito (siglo III a.C.) en los cuales, por primera vez en la tradición occidental, la figura del pastor comienza a simbolizar las tensiones entre la ciudad y el campo, el arte y la vida.

GRECIA BAJO EL DOMINIO ROMANO

Durante el siglo II a.C., el poder creciente de Roma fue interfiriendo cada vez más en Grecia, aunque esto no significó el final de la literatura griega.

En la obra de figuras tales como Plutarco se observa una confianza segura en la continuidad de la cultura griega.

El cristianismo fue asimilando con la misma facilidad y florecimiento de la nueva capital oriental de Bizancio nos ha dejado más obras que las que sobreviven del resto de la historia griega en su conjunto.

La literatura bizantina no desapareció hasta que la ciudad no fue saqueada por los turcos en 1453, pero entonces las grandes obras de la literatura griega ya habían vuelto a abrise camino hacia Occidente.

LA LITERATURA ROMANA PRIMITIVA

Desde un principio, la literatura latina tuvo mucha influencia griega.

La primera obra verdaderamente independiente fueron los Anales de Ennio, una epopeya histórica de la cual sólo se conservan algunos fragmentos. Mejor se han conservado las adaptaciones de la comedia nueva griega realizadas por Plauto y por el norteafricano Terencio, en las cuales el tradicional ingenioso latino rejuvenece los originales griegos, más amorfos.

LA ÉPOCA DORADA DE ROMA

Durante los años centrales del siglo I a.C., el latín comenzó a rivalizar con el griego como vehículo de creación literaria.

Tanto Lucrecio, con su poema didáctico De la naturaleza como Catulo, con sus poemas breves sobre el amor y el odio, demostraron que las tendencias a seguir la tradición griega podían ser una fuerza positiva, en lugar de negativa.

El telón de fondo de sus poemas fue la muerte de la república romana en la contienda y en la guerra civil, herencia que procuró detener el mayor orador que tuvo Roma, Cicerón.

Al no conseguirlo, regresó a la filosofía aunque esto no impidió que Marco Antonio pidiera su cabeza, tras el asesinato de Julio César en el 44 a.C.

El período más importante de la literatura romana comenzó bajo el nuevo emperador Augusto.

Patrocinados por el ministro Mecenas, Virgilio escribió sus exquisitas Bucólicas y Geórgicas y su poema épico nacional, la Eneida mientras que el poeta lírico Horacio rivalizaba con Safo y Alceo en sus Odas y creaba nuevos géneros de poesía coloquial con sus Sátiras y Epístolas.

Al mismo tiempo, dos autores de elegías amorosas, Tíbulo y Propercio festejaron su propia esclavitud erótica, más que el nuevo régimen, en poemas cultos, aunque apasionados.

GLORIA Y DECADENCIA

Si bien escribieron bajo el reinado de Augusto, Virgilio y Horacio representaron, en muchos sentidos, el final de la poesía republicana.

El profílico Ovidio en realidad fue el primer poeta imperial y sus ingeniosas parodias a las elegías románticas como el Arte de amar (h. 1 a.C.) demuestran que la influencia de la literatura romana propiamente dicha comenzaba a sentirse como una carga y un desafío.

Su magnífica Metamorfosis es épica y contraria a la épica al mismo tiempo, una réplica a Virgilio, pero asimismo la única manera posible de continuar la tradición.

A medida que el imperio se afianzó, el pasado adquirió mayor importancia. Ya el historiador republicano Salustio y Tito Livio en la época de Augusto, habían utilizado la historia pasada de Roma para demostrar algunos puntos del presente, pero fue el cínico y sardónico Tácito quien llevó este género a la perfección.

Sin embargo, tenia un estilo contemporáneo, caracterizado por un latín «de plata», en contraste con el latín de la «época dorada».

El latín «de plata» había aparecido una generación antes, de la mano de escritores como el filósofo y dramaturgo Séneca cuyas obras de violenta retórica ejercieron una poderosa influencia en Shakespeare.

Esta tensión creativa entre tradición e innovación fue la principal impulsora del Imperio que se manifestó en una novela cómica sobre la mala vida, el Satiricón de Petronio, en El asno de oro, una novela de Apuleyo, en las mordaces y a menudo obscenas miniaturas del epigramático Marcial y en los duros versos satíricos de Juvenal.

Tampoco faltaron imitaciones más directas, especialmente de Virgilio, pero los principales escritores consiguieron infundirles un nuevo espíritu.

Literatura latina

Perduró más tiempo que la griega: la antigüedad tardía proporcionó en Claudiano y Boecio poetas de la talla de Ovidio y, en ocasiones, incluso de Virgilio, y la vasta literatura latina en la Edad Media, hasta el Renacimiento.

Cuando se redescubrió el griego, el entusiasmo despertado por las nuevas maravillas recién reveladas produjo en un primer momento un desprecio hacia el latín, partiendo de la base de que se trataba de un derivado. Pero lo mismo se puede decir de toda la cultura occidental.

Precisamente, el aporte distintivo del latín fue la articulación de la noción de «venir después» y de sugerir estrategias para su tratamiento, estrategias que, incluso hoy día, no podemos evitar si pretendemos llegar a un acuerdo con la herencia clásica.

Literatura clásica occidental y su origen Grecia y Roma
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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