Para mucha gente, la grafología es un «truco» de echador de cartas que pretende «leer» el porvenir en la escritura.

Por el contrario, los eminentes grafólogos miembros de la Sociedad de Grafología afirman que su especialidad es una ciencia.

Si tratamos de comprender de qué se trata, acabaremos, sin duda, compartiendo esta última opinión – con tal que se capte convenientemente dentro de qué límites al grafología es una ciencia.

Algunos empresarios que buscan personal publican un anuncio por palabras y piden una respuesta manuscrita. Esas respuestas son sometidas entonces al examen de un grafólogo, cuyo informe contribuye a decidir si se debe citar o no al interesado para un examen más profundo.

El informe es, a veces, de una posición inquietante. Se leerá, por ejemplo: «Bajo una hombría de bien falsa, esconde un carácter astuto e hipócrita; su egoísmo, su codicia y su astucia podrían muy bien hacerle cometer actos desleales». Muchas preguntas vienen a la mente. ¿Es cierto que nuestra escritura revela tantos secretos? ¿Estamos seguros de que esos defectos descubiertos (o esas casualidades) son verídicos? ¿No es grave acusar a alguien por las «revelaciones» de su caligrafía?

LA ESCRITURA ES UN GESTO

La escritura no es, se dice, sino un gesto como los demás. Como ellos, traduce también la personalidad del autor. Basta ver a algunos seres para saber con quién tenemos que habérnoslas. Los hay que andan con paso menudo, y otros lo hacen a grandes zancadas, balanceando los brazos. Se puede dar los «buenos días» con un ligero movimiento de cabeza, o, al contrario, con la mano francamente abierta. Toda una psicología, se basa en el estudio de los movimientos: la forma de sentarse, lo que uno hace con las manos, cómo se corta la carne; mil indicios reveladores del temperamento y del carácter. ¿Por qué la letra habría de ser diferente?

Hay gente que escribe, en efecto a «grandes zancadas», y otros con «pasos menuditos». En los optimistas, la letra asciende, y en los pesimistas desciende. Otros hay que lo hacen todo a medias, y sus letras están sólo medio trazadas. Hay toda una variedad de manifestaciones en la escritura catalogadas por los grafólogos, que son indicios serios que permiten descubrir el comportamiento del que ha escrito. Pero la idea que podemos sacar de ello no es totalmente exacta, porque no es cierto que la escritura sea un gesto como los demás.

EL CÓDIGO Y LOS SÍMBOLOS

La escritura es uno de los medios de comunicarse entre individuos que se expresan según el mismo «código», es decir, la misma lengua. Utiliza un catálogo de símbolos, que son las letras, y las cifras y los signos de puntuación. Por lo menos, así ocurre entre nosotros. Si fuéramos chinos, diríamos que los símbolos de la escritura son signos que expresan ideas.

UN APRENDIZAJE DIFÍCIL

En estado nativo, el aprendiz de hombre no sabe escribir; sin embargo, sabrá muy pronto expresarse con la voz y el gesto. Para aprender los signos de la escritura para leerlos y escribirlos a la vez, le supondrá un enorme trabajo. En general, los adultos ya no se acuerdan del trabajo, que les costó este estudio.  Y, sin embargo, el sostener el lápiz o el bolígrafo es ya difícil. No queda más remedio que admitir que estos movimientos no tienen nada que ver con el temperamento ni con el carácter del «sujeto». Por el contrario, ocurrirá a menudo que su adquisición deberá dominar el comportamiento natural y hacerle desaparecer en el acto de escribir. Es, pues, evidente que un niño nervioso, turbulento, que soporta mal la innmovilidad escolar (tan relativa), difícilmente se doblegará a la disciplina caligráfica.

LOS IMPULSOS INSTINTIVOS

Mucho más tarde, cuando el hecho de escribir se ha asimilado enteramente y se ha hecho tan automático como el andar, el dibujo de la escritura, su grafismo es como invadido por impulsos o retenciones, surgidas directamente del carácter y del temperamento del «escritor». El que pretenda analizar estos movimientos para sacar conclusiones de los mismos, no debe nunca perder de vista que, cuando uno se pone a escribir, es con un fin preciso: trazar símbolos conocidos a fin de ser comprendido por los que van a leer. Así se meclan, y a veces se oponen, la voluntad del escritor y los impulsos instintivos de su naturaleza profunda.

LOS MÚSCULOS QUE TRABAJAN

Algunos grafólogos modernos han aportado otra noción importante: los gestos de la escritura, conscientes o inconscientes, se ven dificultados en su realización por la posición del brazo sobre la mesa y de la mano sobre el papel. En la vida corriente se gesticula con todas las partes del cuerpo; en el acto de escribir, sólo los músculos de la mano (de una sola mano) entran en acción. Dicho lo cual, no podemos dejar de destacar que el escritor, al llegar al final de su carta, levanta la mano para firmar. Y ahí está esa firma cargada de cualidades o de taras; ella se convierte en el revelador por excelencia. tanto más cuanto que la firma ya no cae en el campo del código de la comunicación; al contrario, su papel es justamente caracterizar al que la ha escrito.

EL ANÁLISIS GRAFOLÓGICO

El análisis grafológico moderno se basa en la búsqueda, en la escritura que se examina, de ciertos «trazos-tipo» debidamente reconocidos y catalogados. En 1943, el doctor Streletski enumerada 106 «trazos-tipo»; pero los investigadores aumentaron este número sin cesar.

Los «trazos-tipo» han sido clasificados por Crépieux-Jamin, gran teórico de la grafología, en siete géneros, que son, según él, los siete caracteres que muestra siempre una escritura. Esta presenta siempre una dirección, una dimensión, una continuidad, una forma, un orden, una precisión y una velocidad.

El grafólogo busca primero cuál es la dirección; será ascendente, o convexa, o cóncava, o sinuosa, etc. Luego advertirá que la dimensión es pequeña (en altura) y espaciada (en anchura). Pasando a la continuidad, comprobará que la escritura pueda estar desunida o agrupada. Y así sucesivamente…

LOS RESULTANTES

En efecto, los «trazos-tipo» no tienen significado si se los toma aisladamente; no valen sino cuando se les relaciona. Los caracteres descubiertos por los grafólogos en las escrituras son casi siempre resultantes de varios índices puestos de relieve. Por ejemplo, el trazo inclinado, si es al propio tiempo redondeado y ligero, permite descubrir la ternura; pero si, por el contrario, es anguloso, se convierte en indicio de encarnizamiento, lo que no es lo mismo en modo alguno.

Ello demuestra que puede haber profundas diferencias en el análisis de dos escrituras que se parezcan: un ligero matiz basta para cambiar la orientación del grafólogo.

CAUSAS DE ERRORES

Y esto demuestra también que es peligroso pretender adivinar un carácter con una sola muestra de escritura. En efecto, puede aparecer un trazo de forma accidental. Un gran cansancio puede determinar un trazo pastoso o irregular. La impaciencia, el nerviosismo, la cólera o la ansiedad introducen trazos ocasionales que no son forzosamente interpretables. Puede haber también causas exteriores. Escribimos apresuradamente sobre un rincón de la mesa si esta mesa está llena de cosas: en cada final de línea, la mano choca contra una caja. El grafólogo que estudiará este escrito no podrá adivinar estas circunstancias; verá que los finales de líneas descendentes, apretados, y podrá sacar la conclusión, según los demás caracteres asociados, de que el escritor carece de confianza en sí mismo.

 

La grafología del engaño a una ciencia exacta
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3 pensamientos en “La grafología del engaño a una ciencia exacta

  • 22/01/2013 a las 21:04
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    Interesante artículo, a mi siempre me ha despertado curiosidad el tema de la grafología y he leido algunos libros al respecto, yo si que creo que es muy útil para descifrar la personalidad…

  • 27/07/2013 a las 18:53
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    JAJAJA está comprobado que la grafologia no es una ciencia y que casi siempre se equivocan en sus deducciones. Es facil ir a un programa de tv y hablar sobre una carta a mano de un famoso conociendolo y contando atributos que saltan a la vista (porque es conocido) , pero despues usar un manuscrito para catalogar un postulante a un puesto de trabajo … No sean chantas.

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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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