La soledad y la muerte en Extramuros. La soledad y la muerte son los asuntos centrales, pero también las situaciones límite dominadas por la necesidad o las pasiones.

Historia de amor heterodoxo y un falso prodigio para salvar el convento de la ruina. A un convento del siglo XVII llega, como a la localidad vecina, una epidemia de peste. Una religiosa cae enferma y debe ser constantemente acompañada por una de las hermanas.

El continuo contacto despierta en ellas el amor carnal. La narradora, que es una de ellas abre heridas en las palmas de las manos de la otra monja con un cuchillo y cuando ésta se desmaya un día en los rezos, las lesiones son descubiertas.

Junto con las llagas la priora descubre también la extraña y cercana relación de las religiosas y comienza a sospechar de la veracidad de los estigmas que poco a poco van haciéndose famosos y llegan al oído del fundador y protector del convento.

La anunciada visita del alto personaje obliga a determinados preparativos. La fama de la monja, irónicamente llamada <<la santa>>, sigue subiendo y en las elecciones de superiora y contra el deseo de la cesante, es elegida abadesa. La enfermedad del padre de la otra monja la aleja del convento durante algunos meses.

Realiza un largo viaje en carro, acompañada de la motilona y de un fraile. Los roces del viaje y la prolongada estancia despiertan ahora el amor entre el fraile y la motilona y huyen ambos. A la vuelta al convento, el alto cargo de la monja amiga parece distanciar las antiguas buenas relaciones.

El relativo orden del convento se ha visto también alterado por la llegada de la hija del protector y fundador que tiene una criada a su servicio, que se levanta tarde, que viste ropa elegante y que disfruta de una habitación excepcional y distinta de las humildes y míseras celdas de las otras, y, lo que es peor, desde su dignidad familiar pretende disputar el cargo de abadesa a la monja farsante.

Estos acontecimientos la enfrentan con la priora y la unen a la madre superiora cesante. Apenas el médico, en cierto secreto, ha logrado aliviar los dolores de las heridas mediante el cauterio, la priora y su inseparable amiga son denunciadas por la Inquisición y se disponen a iniciar el viaje para el proceso.

Ninguna de las dos confiesa su engaño ni pierden la compostura, a pesar de que viven encarceladas en condiciones míseras y aisladas, a oscuras y sin alimentos, y pasan varios meses sin comunicarse con nadie.

De acuerdo con la reglas del Santo Oficio, ellas no saben que la priora las había delatado, ni de qué se les acusa. Tras largas sesiones e intrigas apoyadas por el protector y encaminadas a conseguir para su hija el puesto de priora, la <<santa>>, que hasta la llegada del tribunal ha estado acompañada de fieles seguidores, y la monja amiga son condenadas a abandonar el convento y abjurar ante la comunidad.

Cuando se ven de nuevo, la <<santa>> amiga de la protagonista es una mujer enferma atacada por la gangrena y ella, disminuida por la ceguera. A la muerte de la <<santa>> monja amiga, la protagonista deja de narrar y se resigna a morir con su amante.

Todo está descrito desde el punto de vista de la monja protagonista, de quien depende la acción. El orden es cronológico y exacto, sin retrospección ni recuerdos del pasado, en un relato sin complicaciones formales de ningún tipo, y desarrollado en primera persona por la protagonista-narradora.

Muestra la otra cara de la religiosidad en la época de la España imperial de la decadencia, del siglo XVII, cuando las adversidades dominan en la última época de los Austrias y el falso y frío misticismo se va despojando trágicamente de su pretendido sentido religioso. Se recupera así un ambiente y su clima religioso, aunque no hay razones para llamarla novela histórica pues no aparecen personajes históricos.

Puede pensarse sin embargo, en algún proceso veraz de la Inquisición. El autor pule sus frases, las reviste de naturalidad, de lirismo, de riqueza y armonía, y las encaja en un delicado tema que ensambla la carne y la mística.

Se muestra habilísimo en el manejo de ese exquisito y brillante lenguaje, aunque algunos lectores echen de menos el lado humano de los personajes y les parezcan, precisamente por eso, seres fríos y distantes.

La soledad y la muerte en Extramuros novela de Jesús Fernández Santos
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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