La verdad sobre el caso Savolta publicada en 1975. Lucha entre los movimientos anarquistas y el creciente industrialismo catalán en la Barcelona de la época de la primera guerra mundial y unida al auge de la industria armamentística.

La historia es llevada a la manera de la novela policiaca, con sus enredos de odios y amores, sin rehuir el retrato panorámico de la sociedad desde los bajos fondos hasta los que ostentan y manejan el poder.

Javier Miranda, que debe cobrar en nombre de la empresa Savolta una elevada póliza de seguros en Estados Unidos, es llevado a juicio por la compañía aseguradora. Pretende ésta no pagar unos gastos tan elevados.

Es el año 1927.  Desde el proceso judicial se rememora y recrean los hechos que lo han motivado. Y no solo los últimos, sino los más antiguos, los que se iniciaron en el principio de la prosperidad de la empresa.

Savolta y la posterior quiebra, y el incendio que la hace desaparecer después sin que se conozcan las causas. Javier Miranda lleva el hilo conductor desde que Lepprince y él mismo contrataron a dos matones para que escarmentaran a los cabecillas de una huelga, en la época de la prosperidad de la empresa Savolta y la posterior quiebra, y el incendio que la hace desaparecer después sin que se conozcan las causas.

Era el mes de septiembre de 1917. La protesta obrera fracasó; pero un intrépido periodista, Domingo Pajarito, idealista y estrafalario, denuncia la depresión.

El hábil Lepprince contrata al periodista para que realice una investigación sobre la empresa y tenerlo así a su lado, pero una cadena de hechos y situaciones que empiezan siendo insignificantes desencadenan una serie de muertes inesperadas, de pasiones desatadas, de engaños y odios que llevan al caos.

El periodista se hace primero amigo de Javier Miranda, luego éste intima con la mujer del periodista, que encuentra en el joven empresario un camino para abandonar su miserable situación, hasta que Pajarito es asesinado en extraña situación y poco después el mismo Savolta es acribillado a tiros.

El comisario Vázquez que toma en sus manos el asunto, no logra evitar que se sucedan los atentados unas veces con acierto y otros fallidos.

Se casa éste con  Rosa Mª Savolta en su carrera imparable hacia la dirección del negocio. Con el final de la guerra, la empresa se hunde y el desastre viene acompañado de extraños traslados, nuevas muertes y raras bodas.

Pero el comisario declara a Miranda un poco antes de morir que Lepprince y nadie más era el responsable tanto de la muerte de Pajarito como de la de Savolta y también de la de los otros, argucias todas ellas destinadas a ocultar el tráfico de armas con el ejército alemán.

Entra el lector en la novela por el epílogo, y ha de ir recomponiéndola a retazos, a modo de puzzle mediante el cabal ajuste de sus fragmentos. La voluntad primera del narrador es la de crear el suspense, un interés que va incluso más allá del habitual en la novela policíaca.

La forma, experimento narrativo, está al servicio de esta intencionalidad, pues la diversidad de perspectivas aporta veracidad al relato, le confiere autenticidad y contribuye a la objetividad.

Al servicio de ese objetivo están los fragmentos, por una parte y el tiempo, por otra, hábilmente situado en visión retrospectiva, en equilibrio con el argumento.

 El método es añadir una secuencia tras otra, superponerlas, crear cierta confusión y luego montarlas hasta conseguir que coincidan en busca de una claridad de la que no se tiene conciencia hasta después de sondear un buen número de páginas.

En la base de la riqueza narrativa están las declaraciones de Miranda en Nueva York, ante el juez, pero que también aparecen cartas, artículos de periódicos, documentos varios…Lepprince es ambicioso y amoral, maquiavélico en sus actos, sin escrúpulos, capaz de todo lo que le abra camino, cueste lo que cueste.

Frente a él, Javier Miranda representa al perdedor: no tiene definida su personalidad y su voluntad en endeble, manipulable, a caballo entre las reivindicaciones de los de abajo y el mundo de las riquezas que descubre en el imparable ascenso de Leprrince. La ciudad de Barcelona adquiere un elevante protagonismo.

Recordada desde las primeras líneas con cierta nostalgia aparece en sus dimensiones más externas: acontecimientos históricos, fiestas, vida nocturna, ambientes varios donde el periodista, el mendigo, el empresario, el trepador y muchos y muy completos tipos de personajes femeninos crean un universo muy completo.

El autor dirige con maña la acción por entornos y tipos rápidamente definidos con dos o tres pinceladas de gran eficacia, y al mismo tiempo va dando forma a la historia como si necesitara de todos ellos.

El humor, la ironía, la parodia, la sátira y los tonos cómicos junto a los trágicos la convierten en una inteligente y divertida historia, heredera del cine, pero también de la tradición española de novela social.

Es para Soldevila el escritor <<un consumado conocedor de las técnicas de la manipulación suspensiva, y a pesar de la compleja serie de soluciones de continuidad entre las secuencias, logra un texto de inevitable pegajosidad: de los que se leen de un tirón>>.

Tuvo un éxito rotundo de crítica y de lectores, y en pocos años ha alcanzado su bien merecida condición de texto clásico estudiado en las aulas de enseñanza medias y universidades.

Y Gil Casado cree que <<el acierto de Mendoza consiste en gran parte en haber montado una historia poco convincente en un escenario sumamente interesante, el de las luchas entre las patronales y las asociaciones proletarias>>.

Los ambientes están muy cerca de los retratos de La ceniza fue árbol.

La verdad sobre el caso Savolta del escritor Eduardo Mendoza
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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