Según el I Encuentro Nacional de Bibliotecas Escolares, este sería el concepto y modelo de biblioteca escolar: Es un espacio educativo, un centro de recursos documentales multimedia al servicio de la comunidad educativa. Está integrada en el proyecto educativo y en el proyecto curricular de los centros, y debe fomentar métodos activos de enseñanza y aprendizaje, especialmente la autonomía del alumnado en el proceso de aprendizaje. Debe favorecer el cumplimiento de todos los objetivos educativos y no sólo de los académicos: transversalidad, igualdad de oportunidades, acceso a la cultura en igualdad de condiciones y, específicamente, el fomento de la lectura.

Integrada de forma estable en el organigrama de los centros, y disponer del espacio, el personal y todos los recursos necesarios para el cumplimiento de sus funciones.

Guillermo Castán aboga por «un modelo de biblioteca entendido no sólo como un centro de información y de recursos materiales, sino también, y en la misma medida, como un centro de recursos intelectuales capaz de generar en las escuelas una dinámica transformadora. En resumidas cuentas, tal y como la concebimos nosotros, la biblioteca escolar está llamada a constituir la infraestructura necesaria para el cambio curricular».

Para José García Guerrero «la biblioteca escolar es un espacio educativo de documentación, información y formación, organizado centralizadamente e integrado por recursos bibliográficos, documentales y multimedia, que se ponen a disposición de toda la comunidad escolar».

«Debemos concebir la biblioteca escolar –argumenta José Antonio Gómez– como un espacio dinámico de recursos y servicios de información que han de cumplir un papel primordial en el aprendizaje del alumnado. La biblioteca escolar se configura, de esta manera, como un elemento básico para establecer una verdadera cultura comunicativa y de aprendizaje permanente en los centros. Lamentablemente, hasta ahora, la biblioteca escolar en nuestro país se ha concebido como un servicio opcional y complementario a las tareas docentes, ligado fundamentalmente al área de Lengua y Literatura; en muchos casos se ha limitado a ofrecer una simple colección de libros más o menos organizada, lo que dista mucho de los planteamientos que estamos exponiendo aquí.

El modelo que estamos planteando se puede definir como un nuevo lugar de aprendizaje, que alberga una colección organizada y centralizada de todos aquellos materiales informativos que necesita el centro para desarrollar su tarea docente, bajo la supervisión de personal cualificado, y cuyas actividades se integran plenamente en los procesos pedagógicos del centro y se recogen, por tanto, en el Proyecto Educativo de Centro, Proyecto Curricular de Centro y Programación General Anual.

La biblioteca ha de ser el «corazón» de la escuela, el eje sobre el que gire todo el desarrollo del currículo, el motor del cambio y la mejora, en primer lugar, del sistema educativo y, más tarde y como consecuencia, del entramado social en todos los aspectos culturales, éticos y estéticos. Pero reivindicar la biblioteca no es pedir un espléndido espacio físico lleno de los materiales librarios y no librarios más sofisticados y futuristas, sino enarbolar una bandera que rebose compromiso, autocrítica y voluntad de progreso y transformación. Que nadie crea que la biblioteca será, en sí misma, la solución a ningún problema, ya sea éste académico, estructural o cultural. Puede ser la tierra fértil sobre la que brotará el bosque más exuberante si la riegan docentes, progenitores, alumnado y personal de biblioteca dispuestos a llevar a cabo una revolución consensuada y tolerante, realista pero valiente. Tendrán que emplear fertilizantes «ecológicos» y vanguardistas: respeto, diálogo, cooperación, igualdad, honestidad y sentido común».

La biblioteca escolar habrá de ser un auténtico centro de recursos, un manantial eterno de información, de sugerencias, de actividades socioculturales y a la vez festivas; una fuente inagotable de herramientas para ampliar el conocimiento y, al mismo tiempo, la cuna de la fantasía, el hogar de lo poético, el rincón de la palabra serena, la amistad, la libertad y los sueños. Aportará muchas ventajas a la escuela, pero también exigirá el compromiso entusiasta y decidido de los diversos agentes de la educación lectora: maestros/maestras, bibliotecarios/bibliotecarias, padres, estudiantes y legisladores/lesgisladoras. Ninguno de ellos y ellas podrá delegar en los otros u otras sus responsabilidades ni incumplir su papel porque restaría al trabajo del conjunto.

Luis Miguel Cencerrado y Raquel López entienden que la biblioteca escolar «es un proyecto colectivo para el cambio y la mejora del sistema escolar, porque introduce en los centros educativos otras posibilidades para que profesorado y alumnado se relacionen de maneras distintas.

Relaciones que se basan en la ayuda para construir el conocimiento a partir de la selección, la comparación y el contraste entre fuentes de información variadas. La biblioteca escolar es el espacio idóneo para acercarse a la multiplicidad de textos (informativos, periodísticos, literarios, etc.) y a una gran variedad de formas de leer; para encontrar un dato, para realizar un trabajo en profundidad, para presentar una noticia, para justificar una opinión, etc.»

Nuestro modelo de biblioteca escolar recogería las magníficas ideas que hemos reseñado hasta aquí, ya que estaríamos hablando de una biblioteca viva como centro de recursos multimedia y eje del desarrollo curricular, planteamiento que supone un impresionante salto cualitativo y cuantitativo en el concepto tradicional de biblioteca.

Es el modelo moderno y el único operativo ante el futuro. Se ha de apostar por hacer realidad el concepto de «mediateca». Concebir y utilizar la biblioteca como un centro de aprendizaje, comunicación, información y ocio, como verdadero núcleo de la labor educativa y como fuente de documentación e investigación. La biblioteca escolar ha de dar un paso al frente para convertirse en:

Centro de recursos (entendiendo por recurso todo aquel material que aporta información lingüística, numérica, visual, sonora o plástica, que puede intervenir en el proceso enseñanza / aprendizaje).

Espacio ideal para la didáctica interdisciplinar y la transversalidad.

El ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación.

El vínculo perfecto entre la escuela y el exterior, tanto en el entorno próximo, con los otros agentes de la comunidad educativa; como en el lejano, con otros centros docentes o instituciones relacionadas con la cultura y el conocimiento.

La biblioteca escolar es un espacio educativo, un centro de recursos documentales multimedia al servicio de la comunidad educativa. Estará integrada en el proyecto educativo y en el proyecto curricular de los centros y fomentará métodos activos de enseñanza y aprendizaje.

Las bibliotecas escolares están interrelacionadas con la amplia red de bibliotecas y de información de acuerdo con los principios del Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública. Por ello es importante que las bibliotecas escolares y las públicas trabajen conjuntamente y se beneficien mutuamente, aunque dada la situación de las bibliotecas públicas será la biblioteca escolar la que más se beneficie de este acuerdo.

La biblioteca escolar cumple tres tipos de funciones:

Educativas.

Fomento de la lectura en todo tipo de lenguas y soportes.

Formación en la búsqueda, análisis y tratamiento de la información y la documentación (educación documental).

Fomento de la expresión y creatividad.

Educación para el ocio y tiempo libre.

Información y orientación.

Culturales

Organizar actividades culturales, en su condición de espacio interdisciplinar.

Proporcionar información cultural sobre todo tipo de actividades, recursos y servicios técnicos.

Técnicas

Organizar las instalaciones y el equipamiento.

Gestionar, organizar y tratar los recursos de información y documentación.

Difundir y facilitar el acceso a los recursos propios y a los disponibles en otras bibliotecas escolares, públicas, C.P.R., etc.

Una buena biblioteca escolar sirve tanto al profesorado como al alumnado.

Al alumnado le:

Facilita que se formen a su ritmo, atendiendo a la diversidad.

Permite ampliar las explicaciones de clase.

Enseña a trabajar con muy diversos documentos y soportes.

Prepara para utilizar otras bibliotecas.

Acerca a las nuevas tecnologías: CDROM, Internet, etc.

Despierta el gusto por la lectura.

A la comunidad docente le ayuda a:

Construir el proyecto educativo y facilitar al profesorado la preparación de materiales docentes.

Formarse de forma continua.

Aprovechar mejor los recursos del centro y compartirlos.

Mantenerse informados y al día.

Acceder fácilmente a los recursos de otras bibliotecas.

Las bibliotecas escolares entendidas como elementos necesarios para conseguir mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, en general, y para desarrollar el gusto por la lectura y la escritura, en particular, jugarán su papel dependiendo, entre otros factores, de su plena incorporación en el proyecto educativo y curricular de los centros.

La biblioteca escolar no puede ser considerada, exclusivamente, como una unidad que suministra información, materiales o recursos a las diferentes áreas del currículo, previa petición de alumnado y profesorado sino que debe compartir los objetivos educativos del centro, y su funcionamiento contribuye a la consecución de los fines generales de la LOE.

Aisladamente, sin compartir los objetivos y finalidades del centro en el que se encuentra situada, la biblioteca escolar puede convertirse en un elemento marginal, en el que su actividad no tiene ninguna repercusión en las dinámicas educativas: con su actuación no contribuye a la mejora ni al cambio de los modos de articular la información, ni aporta nuevos procedimientos eficaces para aprender a aprender. Concebida así, la biblioteca podría llegar a convertirse en un «suplemento insustancial» de la clase, un espacio donde nunca se hace nada que verdaderamente contribuya a solucionar las cuestiones que preocupan a los y las docentes.

El verdadero sentido de la biblioteca escolar consiste en que sus acciones compartan los objetivos de un proyecto de centro y que sus actividades estén en función de un programa educativo y se nutran con las aportaciones de todos los componentes de la comunidad educativa que la utilizan, la dinamizan y la hacen crecer.

Como estructura integrada en el centro contribuye activamente al desarrollo de los objetivos básicos de la reforma educativa centrada en:

La concepción de un alumnado cada vez más protagonista de sus propios procesos de aprendizaje, y no mero sujeto receptor de mensajes académicamente articulados, que juegue un papel más activo y participativo. Para ello es necesario establecer estrategias de enseñanza encaminadas al desarrollo de su autonomía personal, lo cual, entre otras cosas, supone potenciar su capacidad de búsqueda, de selección y de uso crítico de la información relevante, de elaborar juicios personales fundamentados, etc. Para ello se requiere un adiestramiento en capacidades imprescindibles para saber cómo está organizada la información, cómo se recupera en los diversos soportes, cómo se confrontan los mensajes y cómo se hacen visibles los mensajes implícitos.

El nuevo perfil del profesor o de la profesora, que se consolida como un o una profesional capacitado/a para tomar decisiones importantes en los procesos de enseñanza- aprendizaje, en un contexto de currículo abierto y no como un mero técnico que ejecuta decisiones tomadas por otros u otras en otros contextos (pedagogos/pedagogas, psicólogos/psicólogas o tecnólogos/tecnólogas de la educación). Esto significa contextualizar y adaptar el currículo y, en especial, desarrollar la capacidad de seleccionar, elaborar y evaluar materiales curriculares adecuados a los objetivos educativos previamente consensuados.

La nueva concepción de los objetivos y contenidos de la enseñanza. Desde esta perspectiva la escuela se concibe como una institución que respeta y atiende las demandas de los diversos colectivos sociales, que trata especialmente de corregir las desigualdades de origen del alumnado y que tiene en cuenta la diversidad de formas de enseñar y aprender.

Con sus acciones, a través del diseño de proyectos conjuntos, la biblioteca puede contribuir a la consecución de objetivos y principios educativos inspirados en la LOE y responder a un nuevo perfil del alumnado y a las necesidades educativas de una sociedad democrática moderna. Esto se puede visualizar en el siguiente cuadro:

Las bibliotecas escolares sólo podrán jugar un papel relevante en el marco de una escuela cuya filosofía educativa ponga el acento en conseguir un alumnado cada vez más autónomo y capaz de aprender por sí mismo, en diferentes contextos y con diferentes estilos y donde la figura del profesor o de la profesora no sea la de un técnico/a aislado/a que se enfrenta a su labor de forma individual, sino la de un o una profesional cualificado/a que se integra en un equipo de trabajo.

En este sentido, el modo de gestión de una biblioteca escolar dentro del centro educativo responderá al modo en el que el resto del centro desarrolle su actividad pedagógica.

Si el centro se organiza de manera aislada e independiente, en la que cada docente es sólo especialista en su materia y considera que su clase es de su exclusivo dominio, es probable que el bibliotecario o bibliotecaria no pretenda asumir más competencias que las que entienda que le corresponden, que suelen ser de índole técnica: control y organización de los fondos o repartir libros en el recreo, sin inmiscuirse en territorios que se le presentan ajenos. Si, por el contrario, en el centro se ha creado una dinámica en la que se comparten y asumen objetivos y se quiere dar una respuesta colectiva a la necesidad de innovación que plantea la práctica profesional, la biblioteca tiene un papel importante que cumplir.

Este hecho, como explica Jesús Miranda, implica «poner en marcha mecanismos de coordinación entre los departamentos y los ciclos, que hagan posible el desarrollo de múltiples actuaciones. Por lo tanto, no se trata de considerar a la biblioteca como un equipamiento que presta materiales, sino que bibliotecarios, bibliotecarias y docentes puedan dotar a los/las estudiantes de recursos y procedimientos para aprender mediante la puesta en marcha de proyectos conjuntos».

El contraste de fuentes de información, la adquisición de estrategias procedimentales, la introducción de información nueva que no procede del profesor o de la profesora o profesora ni del libro del texto, ayuda al alumnado a ser consciente de su propio aprendizaje, y exige que el profesorado responda a los retos que plantea una estructuración mucho más abierta y flexible de los contenidos escolares.

El trabajo por proyectos permite superar las intervenciones puntuales de la biblioteca en los centros. Estas intervenciones se suelen plantear como:

  • Programas exclusivos de la biblioteca que ayudan a desarrollar competencias metodológicas, presentándose a menudo como meras destrezas formales si no se refieren a un tema de interés para el alumnado o a un problema que tengan que resolver. Sería el caso de las actividades aisladas para aprender a utilizar índices y ficheros, a tomas notas, a conocer la clasificación de los libros, etc.
  • Actividades de animación a la lectura esporádicas sin ninguna relación con el resto de la dinámica escolar: hora del cuento, exposición oportuna.

En general, este tipo de actividades, preparadas por los encargados y encargadas de la biblioteca, responden a objetivos que podrían parecer exclusivos de la biblioteca escolar: enseñar a los alumnos a utilizar los diferentes recursos y fuentes de información o estimular el gusto por la lectura de ficción de manera libre y gratuita. Estas dinámicas no permiten un desarrollo de la biblioteca escolar integrado en el centro, la hace mantenerse al margen de las enseñanzas disciplinarias, no llegando a «contagiar» a las didácticas de las materias curriculares con los posibles logros adquiridos.

Generalmente, en el desarrollo de actividades planteadas de esta manera, los y las docentes ceden su alumnado a la biblioteca y ellos realizan mientras tanto otra tarea.

Al analizar las dificultades que surgen en los centros con relación a las bibliotecas escolares, y si dejamos de lado las que podrían considerarse de índole material (falta de espacio, presupuesto, personal, etc.), nos encontramos con:

Dificultades de carácter organizativo:

Falta de horario, tanto para docentes como para bibliotecarios, para reunirse y planificar actividades conjuntas.

Problemas de compatibilidad entre los horarios de la biblioteca y los horarios de clase.

La biblioteca no encuentra su lugar en el organigrama del centro. Actualmente pertenece al departamento de actividades extraescolares.

Tradiciones en la enseñanza :

Existencia de un sistema educativo basado en áreas de conocimiento nítidamente separadas y en una tradición profesional que tiende a primar los objetivos de conocimiento sobre los procedimientos.

Los profesores y las profesoras no han integrado las prácticas documentales en sus enseñanzas y, por tanto, suelen obviar otras informaciones que no procedan del libro de texto y de sus aportaciones.

La biblioteca escolar es el lugar para «castigar» a los alumnos y alumnas o mantenerlos recogidos en ausencia de algún profesor o profesora.

Ideas previas:

La biblioteca escolar es un espacio de exclusiva competencia de los bibliotecarios y bibliotecarias escolares.

La biblioteca escolar es un lugar para que el alumnado realice trabajos en equipo.

Los bibliotecarios y bibliotecarias son técnicos/as y están para organizar la biblioteca escolar y suministrar los libros y materiales que pida alumnado y profesorado.

Los profesores y profesoras, sobre todo los de Secundaria, tienen como modelo de biblioteca escolar el de una biblioteca universitaria que, a partir de una demanda, proporciona información y documentos.

La biblioteca escolar es para el alumnado, los departamentos y la sala de profesores y profesoras para los y las docentes.

La creencia de que una buena catalogación basta para garantizar la marcha de la biblioteca.

Los profesores y las profesoras contemplan la tarea de la biblioteca como un proceso exclusivamente técnico que les es ajeno y les supera, y consideran que hasta que las tareas de catalogación y clasificación no estén resueltas no se puede hacer nada.

Si tenemos en cuenta todas estas dificultades: organizativas, ideológicas y prácticas que hay que superar hasta conseguir una biblioteca plenamente integrada, la empresa podría parecer desalentadora y condenada al fracaso. Sin embargo, la biblioteca escolar no es una cuestión de todo o nada. Como señalan Jaqueline Bayard-Pierlot y María José Birglin en su libro «Le C.D.I. au coeur du projet pedagogique» existen grados de integración de la biblioteca en el proyecto educativo. La biblioteca puede jugar en el centro un papel marginal, complementario o integrado.

En el primer caso, la biblioteca escolar realiza sus propias actuaciones al margen de la programación general, centrándose en el uso de la documentación o en la animación a la lectura; y sus acciones no afectan para nada al desarrollo de otras áreas, con lo que tendríamos una biblioteca que, en cierta medida, «funciona» pero marginalmente.

Si la biblioteca apoya y colabora con las diferentes disciplinas proporcionando, sobre todo, recursos informativos y ayudando a cumplir los objetivos de una o varias áreas, tendremos una biblioteca complementaria.

Sólo cuando el planteamiento de la intervención de la biblioteca se haga de manera global, vinculada a las diversas disciplinas a través de los objetivos, su papel adquiere un valor intrínseco. Organizar la información e investigar o desarrollar el gusto por la lectura serán actividades que, desde la biblioteca, contribuirán al proceso de aprendizaje del alumnado.

Una de las fórmulas más exitosas para conseguir la integración total de la biblioteca es a través de los «Proyectos de trabajo», como señala F. Hernández en su artículo: «Los proyectos de trabajo constituyen un planteamiento sobre el conocimiento escolar vinculado a una concepción en la que se da importancia no sólo a la adquisición de estrategias cognitivas de orden superior, sino al papel de el/la estudiante como responsable de su propio aprendizaje en relación con un replanteamiento del saber escolar. Esto supone aprender a investigar un tema desde un enfoque relacional que auna ideas claves y metodologías de diferentes disciplinas.

Quizá por ello los proyectos de trabajo resultan motivadores para el alumnado, pues éste se siente implicado en el proceso de aprendizaje. Desde la elección del tema, el/la estudiante lleva a cabo un proceso de búsqueda en el que ha de recoger, seleccionar, ordenar, analizar, interpretar y presentar la información».

Lo difícil sigue siendo dar el primer paso, constituir el equipo y diseñar el primer proyecto, pero esta vía se revela enseguida como la más indicada para superar las dificultades.

No es suficiente contar con una gran dotación de recursos si no hay intención de utilizarlos al servicio de un proyecto común, basado en la autonomía del alumnado frente a la información y en el desarrollo de su gusto por la lectura.

Si no se buscan nuevas fórmulas de relacionarse con la información, para transformarla en un saber compartido, de poco servirá contar con una infraestructura excelente.

Debe existir una intención del profesorad de las distintas materias para trabajar en equipo, lo que implica acuerdos y compromisos entre unos y otros.

La incorporación de la biblioteca escolar, a través de proyectos concertados en las didácticas de las diferentes materias, supone ante todo una reflexión sobre las maneras de enseñar y aprender.

En esta relación entre profesorado y bibliotecarios o bibliotecarias también se pueden conseguir diferentes grados de compromiso y de implicación.

Con el fin de ilustrar esta afirmación exponemos dos modelos de relación entre bibliotecarios/bibliotecarias y docentes en el diseño de programas comunes que se recogen «Le C.D.I. au coeur du projet pedagogique».

Primer modelo

Los docentes quieren trabajar en la biblioteca con los bibliotecarios o bibliotecarias y están dispuestos/as a seguir el siguiente proceso:

Conocer las fuentes de información y los recursos disponibles en la biblioteca y comunicárselo a los alumnos y alumnas.

Elegir con los bibliotecarios o bibliotecarias los temas de trabajo, ya sean de investigación o de promoción de la lectura.

Elaborar un proyecto. Lo que implica una reflexión común sobre los objetivos tanto de la disciplina como de la biblioteca escolar.

Preparar con el bibliotecario y la bibliotecaria los temas, la organización del tiempo, la organización en el espacio de la actividad (una parte puede ser desarrollada en las clase y otra en la biblioteca escolar), la organización de los grupos, etc.

Elegir con el bibliotecario o la bibliotecaria los materiales documentales que se utilizarán y las pautas de evaluación.

Para estos o estas docentes los bibliotecarios o bibliotecarias tienen competencias pedagógicas además de técnicas y le ayudarán a conseguir sus objetivos.

Segundo modelo

En este otro modelo de relación los y las docentes consideran que los procedimientos con los que la biblioteca escolar propone trabajar son esenciales para conseguir un aprendizaje autónomo o para animar al alumnado a leer dentro y fuera del programa. El personal de biblioteca y el profesorado persiguen los mismos objetivos. Están dispuestos a seguir el mismo proceso que se describe en el modelo anterior. La diferencia estriba sobre todo en las actitudes.

Lejos de ser complementario, el tiempo de la biblioteca escolar es de la misma naturaleza que el tiempo de la clase. Por lo tanto se deberá elaborar un plan anual, integrando el tiempo de la biblioteca escolar con el tiempo de clase; programando y organizando, en función de las necesidades del alumnado con ambos espacios. Para el profesorado, los bibliotecarios o las bibliotecarias escolares son aliados naturales con quienes espera conseguir objetivos definidos en común.

Concepto y funciones de la Biblioteca escolar
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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