En el período de la Educación Secundaria y el Bachillerato, los alumnos y las alumnas tienen el primer contacto con la Historia de la Literatura. Durante estos años, en el currículum de la asignatura de Lengua y Literatura se desarrolla un repaso cronológico, incidiendo en los principales autores y las obras maestras de nuestras letras.

Características de la literatura juvenil

Sin embargo, encarar la lectura de clásicos como el «Poema de Mio Cid«, el «Libro de Buen Amor», «La Celestina», el «Lazarillo de Tormes» o «Don Quijote de la Mancha» puede suponer un problema para los jóvenes, debido a las dificultades que puedan encontrar en la lectura de textos escritos en castellano antiguo.

Por eso, y en línea paralela al conocimiento de nuestra historia literaria, existe un tipo de literatura que tanto por su forma como por su contenido pueden llegar con mayor facilidad a los alumnos y las alumnas de este período; es la denominada literatura juvenil.

La literatura juvenil es un instrumento fundamental para fomentar la lectura entre los jóvenes pues no sólo permite un ejercicio lúdico, sino que también conlleva un componente didáctico, pues favorecen el desarrollo del pensamiento crítico de los alumnos.

De todas formas, podemos señalar tres puntos principales respecto a la utilidad de la literatura juvenil (Montesinos, 2003: 28-35):

Contribuye a formar lectores, por medio de una programación sistematizada y razonable de la lectura en los centros escolares.

Permite que los alumnos consigan el hábito lector mediante planes de «lecturas razonables», pues sólo a través de la frecuentación en el aula y fuera de ella se consigue que el alumnado se habitúe a la lectura.

Forma un corpus de libros aptos para jóvenes.

Pero, ¿qué consideramos como literatura juvenil? ¿Cuáles son las características principales de este tipo de literatura?

Podemos señalar ocho características fundamentales (Montesinos, 2003) que deben poseer aquellas obras que queden encuadradas en este tipo de literatura, cuyos receptores principales son los alumnos y las alumnas que cursan la Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato.

Léxico adecuado

La adecuación del léxico debe relacionarse con la competencia lectora de los alumnos. Como hemos mencionado, los clásicos de nuestra literatura pueden presentar dificultades en este sentido para los alumnos y las alumnas, que no suelen estar familiarizados con el léxico de esta época.

Pero esto no quiere decir que el léxico que se emplee en estas obras sea básico, elemental. Lo ideal es presentar un programa con una gradación y variedad en la dificultad del léxico de las obras que se utilicen (y no sólo del léxico, también en la complejidad temática, estilística y narrativa), pues de esta manera se permite el progresivo perfeccionamiento verbal del alumnado.

Buscando esta adecuación entre la competencia del alumnado y la complejidad del léxico que se presente, de manera más sencilla, se permite facilitar el hábito lector.

Resultar una literatura experiencial

Esto es, una educación literaria más que una enseñanza de la literatura, porque influye en la vida de los alumnos, al mostrarles conflictos propios de la juventud y la forma de resolverlos.

Así, se trata de literatura juvenil no sólo porque habla de jóvenes sino porque llega a los jóvenes, logrando -si la obra posee la suficiente calidad- la identificación del joven y su entorno con los personajes literarios.

Ayudar en la formación del pensamiento crítico y estético del alumnado

Esto se logra buscando el diálogo inteligente entre el lector y el libro. En referencia a este punto, Montesinos señala que es «lícitamente pedagógico proponer inocuas actividades después de la lectura, planteadas, por supuesto, sin un afán exhaustivo y controlador» (2003: 30), siendo la comprobación del nivel de comprensión lectora el objetivo principal de estas actividades.

De esta forma, y recordando la máxima horaciana, se uniría el placer estético a la finalidad didáctica.

Huir de la moralina

En la literatura juvenil deben tener su espacio todos los temas, siempre que sean tratados con veracidad, rigor y calidad. El fiel de la balanza debe ser la necesidad interior del escritor por contar una historia. De nada sirven aquellos productos que intentan adoctrinar sobre un tema en concreto, pues al carecer de pulso literario auténtico, no logran conmover al lector.

Por tanto, este tipo de literatura debe huir de tabúes de cualquier tipo, siempre que el buen gusto presida la elaboración artística del escritor. Todos los temas son dignos de ser parte del acervo literario; las formas de tratar estos temas son los que lo elevan a arte.

Debe ser una literatura «de transición»

Es decir, no debe sustituir a los grandes clásicos, sino que debe preparar a los alumnos y las alumnas para que den el paso hacia éstos. Podríamos ejemplificarlo de la siguiente manera: igual que no daríamos un solomillo de ternera a un recién nacido, pues no está preparado fisiológicamente para recibir este atractivo alimento, para quien sí puedo degustarlo (un adulto), intelectualmente la mayoría de estos jóvenes no está prepara para «digerir» la lectura de los grandes clásicos de la literatura, y los efectos de una lectura a destiempo pueden resultar tan nefastos como darle ese solomillo al bebé.

Debe tener en cuenta a los destinatarios

Así, se debe especificar para qué ciclo de la Educación Secundaria se enfocan determinados libros, pues la diferencia entre los alumnos y las alumnas del primer ciclo con respecto a los del segundo son importantes: el alumnado del primer ciclo es preadolescente.

Debe aspirar a mejorar la competencia comunicativa y la literaria

Según el Real Decreto 1631/2006 que desarrolla la LOE, desplegar la competencia comunicativa es desplegar un conjunto de conocimientos sobre la lengua y sobre los procedimientos de uso que son necesarios para interactuar satisfactoriamente en diferentes ámbitos sociales. Y en lo que se refiere a la competencia literaria, indica que esta tiene sus propias características, haciendo referencia a las convenciones propias del uso literario de la lengua y a las relaciones del texto literario con su contexto cultural.

¿Cómo se pueden mejorar estas competencias? Pues, como indica el mismo Real Decreto, ampliando «la diversidad de prácticas discursivas» y haciéndolas «más complejas». Y añade:

«Acrecentar la importancia del uso de la lengua en el ámbito académico, subrayar el papel de las convenciones literarias y del contexto histórico en la comprensión de los textos literarios, dar un papel más relevante a la reflexión sobre el funcionamiento de la lengua y sobre sus normas de uso» (Real Decreto 1631/2006, pp. 730).

Así, como dijimos anteriormente, quedan unidos el placer estético y la utilidad didáctica.

No debe renunciar a la calidad literaria

Desde algunos sectores que rodean al mundo literario se desprecia a los autores y a las obras que han sido escritas pensadas en un público juvenil. Y si bien es cierto que existen muchas obras que no superan el calificativo de mediocres, también hay que señalar que muchos otros autores se esfuerzan en que la obra que ofrecen tenga la suficiente entidad para considerarse literatura de calidad.

Aunque más adelante profundizaremos en este punto, sirva como ejemplo la obra -del escritor alemán Michael Ende- «La historia interminable», un auténtico clásico que llega por igual a jóvenes y a adultos, pues la maestría del autor permite la lectura polisémica de la obra.

La literatura juvenil: características
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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