La revolución de septiembre de 1868 despertó su entusiasmo político; poco después se interesó por las ideas republicanas que defendió a lo largo de toda su vida. Estudió Derecho en Oviedo y luego se doctoró en leyes en Madrid. Durante estos años, que fueron de gran transcendencia en su vida, entró en contacto con el grupo intelectual formado en torno al krausismo, cuya influencia fue decisiva en su formación. En 1875 firmó un artículo con el seudónimo de Clarín que haría famoso.

En 1882 fue nombrado catedrático de la universidad de Zaragoza. Clarín había publicado ya dos libros de crítica, Solos de Clarín y La literatura en 1881 y su tesis doctoral, El derecho y la moralidad. Al año siguiente se le concedió el traslado a la universidad de Oviedo. Fueron estos sus años de más intenso y fructífero trabajo. A su llegada a Oviedo escribió La Regenta, cuyo primer tomo apareció en 1884. Más tarde publicó Su único hijo (1890). Esta obra era la introducción de una trilogía formada por Una medianía, Juanito Reseco y Speraindeo: se conocen fragmentos publicados en forma de relato breve, de la primera y tercera. Al mismo tiempo que escribía estas novelas seguía colaborando con artículos literarios o satíricos en numerosas publicaciones periódicas que él denominaba paliques. La violencia de su estilo le llevó a sostener agrias polémicas, algunas de ellas terminadas en duelo.

Una pequeña parte de sus artículos, especialmente los literarios, los recogió en diversos volúmenes: Sermón perdido (1885), Ensayos y revistas (1892), Palique (1893), Crítica popular (1896) y Siglo pasado (1901), libro póstumo pero preparado por el autor.

Otro aspecto importante de la personalidad literaria de Leopoldo Alas es el de autor de relatos breves, como ¡Adiós cordera!. A este apartado pertenecen las tres novelas cortas publicadas en volumen en 1892, Doña Berta. Cuervo. Superchería y las colecciones de cuentos Pipá (1886), El Señor y lo demás son cuentos (1893), Cuentos morales (1896) y El gallo Sócrates (1901).

Toda su producción narrativa se caracteriza por la ironía o la ternura. Su temprana vocación por el teatro y sus aciertos críticos le llevaron en 1895 a estrenar una obra dramática, Teresa que representa uno de los más importantes intentos de renovación del teatro español del siglo XIX. A partir de 1892 se observa un descenso de su producción, descenso real en cuanto a calidad y no en cuanto a cantidad, que coincide con una aproximación a una actitud espiritualista y un paulatino aumento del interés por los temas filosóficos.

No se puede hablar de dos épocas, una positivista y otra espiritualista, en el pensamiento y obra de Clarín. Hay una evolución a partir de su formación krausista y una posterior aproximación al positivismo, pero características de sus últimos escritos aparecen en sus artículos de juventud y viceversa. Clarín nunca abandonó su actitud radical frente a la sociedad española y prueba de ello son los artículos políticos publicados en el periódico barcelonés La publicidad durante sus últimos años de vida.

Leopoldo Alas «Clarín»
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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