Laura Piñeiro Gómez, archivera e historiadora representa a una nueva generación de profesionales comprometidos con la memoria, el acceso a la cultura y la gestión rigurosa del patrimonio documental. Especializada en Historia Contemporánea e Historia de América, su trayectoria está marcada por un profundo interés por las fuentes primarias, la conexión con el entorno y una mirada crítica hacia el pasado y el presente. En esta entrevista, Laura comparte con Alquibla su recorrido académico, su labor en la Fundación Felipe González y su visión sobre el papel de los archivos en la construcción de identidades, destacando la importancia de la accesibilidad cultural y la preservación del patrimonio inmaterial. Una conversación que pone en valor la dimensión humana de la archivística y la necesidad de seguir apostando por proyectos que acerquen la historia a la sociedad.
¿Qué te llevó a especializarte en Historia Contemporánea e Historia de América y cómo influyó esto en tu interés por la gestión documental y patrimonial? Tuve la suerte de encontrarme con una de esas profesoras que te hacen amar una asignatura; mi profesora Marisa, que me enseñó Historia en varios cursos de la ESO. Me gustaría resaltar la palabra “enseñar”, porque no solo contaba cosas de forma automatizada, sino que me enseñó que la Historia va más allá de líneas del tiempo; se trata de desmenuzar el pasado, de entender por qué ocurrían las cosas y cómo todo eso nos lleva hasta hoy.
La curiosidad por la Edad Contemporánea apareció poco después, y me ayudó a entender un poco el mundo. Mi interés por la Historia de América tardó mucho más en llegar, cuando ya estaba cursando el grado. Para mí fue un mundo nuevo, nunca mejor dicho. La tendencia al eurocentrismo de los planes de estudio hace que se tengan ideas vagas y superficiales (y muchas veces equivocadas) sobre América..
Durante mi recorrido académico, lo que más me impresionó fue consultar fuentes primarias. Revistas, periódicos, mapas, fotografías… Los archivos me ayudaron a establecer un vínculo nuevo con la historia, y a plantearme mi conexión con el patrimonio. No es lo mismo estudiar Al-Ándalus a través de apuntes o un libro de texto que consultar fuentes, visitar espacios, conectar con su historia.
¿Cómo fue tu experiencia universitaria en la Complutense en relación con la gestión documental? Lo cierto es que no tenía ni idea de lo que suponía la gestión documental. No conocía nada del mundo de la archivística antes de empezar la universidad. Visité varios archivos y, a riesgo de sonar un poco melodramática, sentí una conexión. Podríamos llamarlo interés, curiosidad… El término es lo de menos.
La primera vez que noté ese nuevo vínculo fue en la hemeroteca municipal de Madrid, especialmente leyendo recortes de prensa. Desde ese momento, visitar archivos me parece una aventura. Aunque sepas qué tipo de fondos custodia, nunca sabes qué cosas nuevas vas a aprender.
El Archivo General de la Universidad Complutense también influyó mucho en mi decisión de dedicarme profesionalmente a ello. Como comentaba antes, las fuentes primarias nos ofrecen una perspectiva más amplia que, a su vez, nos ayuda a ir a lo concreto. Por ejemplo, la ciudad universitaria madrileña fue el epicentro de la resistencia estudiantil antifranquista. Pese a que era algo que conocía, ver las fotografías, los panfletos, los expedientes y cartas me hizo conectar con mi entorno de una forma nueva. Todo esto me llevó a abandonar la idea de dedicarme a la docencia. Quería seguir explorando esta conexión con el entorno a través del patrimonio documental.
¿Qué tipo de documentación y archivos gestionas en la Fundación Felipe González? Me siento muy cómoda en el archivo, ya que nuestro fondo abarca documentos desde 1948 en adelante. No hay nada mejor para una contemporaneísta a la que le encanta el siglo XX. Está completamente digitalizado, y son accesibles más de 6.000 documentos. Hay variedad de tipologías: manuscritos, cuadernos de notas, correspondencia, fotografías, documentos sonoros… Lo cierto es que no lo conocía antes de trabajar en él, pero se lo recomiendo a cualquier persona que esté interesada en política.
Me siento muy afortunada de trabajar con este tipo de documentos. Aprender cosas nuevas siempre es gratificante, pero lo es todavía más cuando el contenido responde a tus inquietudes e intereses.
¿Podrías contarnos sobre algún proyecto importante que hayas coordinado allí? Tras mi incorporación en el archivo, recogí el testigo de la coordinación del Archivo Alfredo Pérez Rubalcaba, que publicamos el pasado 12 de mayo; de la revista Papeles, y del proyecto para conmemorar los 40 años de la firma del Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea, así como de otros proyectos más pequeños. Aún así, el trabajo es muy horizontal; entendemos el cargo de coordinador como una persona que debe conocer el estado del proyecto, hacer la planificación, asegurarse de que el flujo de trabajo funcione… Pero siempre trabajando en equipo.
Me veo en la necesidad de comentar un gran proyecto en el que estuvimos trabajando recientemente: “Nuup”, que significa conexión en maya. Creamos una web con una cartografía documental que refleja la construcción del espacio iberoamericano a través de una selección de documentos de distintos países. Fue un proyecto complejo pero apasionante, y con el que aprendí muchísimo. Me gustaría enviar desde aquí un abrazo a todo el equipo de archivo: Alba, Ángel, Guadalupe y Stefania.
¿Qué papel desempeñas en la revista «Papeles» y qué tipo de contenidos abordáis? En “Papeles”, los autores reflexionan sobre distintos temas relacionados con la política a partir de los documentos del archivo, y actualmente tenemos 16 números publicados. Mi papel como coordinadora supone estar en contacto con los autores y revisar y corregir los textos antes de ser maquetados. Algunos de los temas que se pueden encontrar son: el internacionalismo socialista en Europa del sur, el papel de España en las reformas de Cuba, la movilidad de renta o la relación actual de la juventud con la política.
¿Qué te atrae del patrimonio cultural inmaterial y cómo trabajas para su conservación? Citando a la admirable Olaia Fontal, la directora del Observatorio de Educación Patrimonial en España, el patrimonio son las personas. El patrimonio no es el bien en sí mismo, sino el valor y el recuerdo que le otorgamos. Mi acercamiento a los archivos me hizo indagar en el patrimonio como agente clave en la conformación de identidades. Tras varias lecturas y seminarios al respecto, comencé a investigar de forma un tanto más concreta el patrimonio inmaterial. Pese a ser difícil de comprender al no tener que ser algo tangible, sin él perderíamos gran parte de nuestra identidad.
En cuanto a trabajar por su conservación, es algo que todos y todas podemos hacer. Sin ser necesario participar en grandes proyectos, debemos crear documentos que recojan, en la medida de lo posible, la esencia de todo este patrimonio inmaterial. Debemos guardar y documentar para poder volver a ello en un futuro, y que no se pierda. Ahí reside, a mi parecer, la relación con los archivos, que no dejan de ser un soporte para poder recuperar y construir la memoria.
¿Cómo defines la accesibilidad universal de la cultura y qué iniciativas aplicas para fomentarla? La cultura debe ser, en la medida de lo posible, accesible para todas las personas, y no me refiero tan solo a la accesibilidad física. Los precios de los libros o del cine están desorbitados, y eso también es un modo de hacer la cultura inaccesible. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales reconoce la participación, el acceso y la contribución de todas las personas a la vida cultural; si queremos que eso sea así, se debe trabajar hondamente en la accesibilidad física, económica y cognitiva. Ahora mismo sigo formándome al respecto y participando en proyectos de difusión, ya que me encantaría contribuir en todo lo posible para tratar de garantizar esa accesibilidad universal. Invito a todo el mundo a que empiece a fijarse si los lugares públicos son realmente accesibles; una vez empiezas a ver las trabas, no puedes parar.
En tu opinión, ¿cuáles son los principales retos en la gestión del patrimonio inmaterial frente al material? Creo que el más obvio es, quizás, el principal obstáculo, y es que el patrimonio inmaterial, como su propio nombre indica, son cosas intangibles. El hecho de no poder ver o tocar patrimonio dificulta mucho que la sociedad lo perciba como tal, lo que hace que la gestión de lo inmaterial tenga mucho trabajo por delante. Es más complicado y peliagudo llevar a cabo proyectos de conservación y difusión de lo inmaterial.
¿Qué herramientas o métodos utilizas para garantizar una gestión documental eficaz y rigurosa? Por un lado, nos aseguramos de que la gestión sea correcta utilizando Sistemas de Gestión Documental, en nuestro archivo en concreto usamos DIGIBÍS. Por otro lado, llevamos a cabo una clasificación documental rigurosa, junto con el control de versiones y los procedimientos en cuanto a protección de datos. Conocer la Ley de Propiedad Intelectual es muy importante cuando trabajas con documentos tan recientes.
¿Podrías compartir algún desafío profesional que hayas superado gracias a tu capacidad de aprendizaje? Diría que mi gran desafío ha sido “Nuup”, el proyecto que comentaba antes. Al principio era abrumador: un proyecto increíble, muy ambicioso, sobre un tema que me interesa y del que tenía conocimientos previos. Al ser un equipo pequeño, fueron semanas de mucho trabajo. Investigar sin parar, hacer textos para la web… Fue todo un reto, pero lo conseguimos.
¿Qué importancia tiene para ti el aspecto afectivo y personal en la gestión del patrimonio? Como mencioné antes, el patrimonio son las personas, y lo percibo desde la perspectiva del vínculo. Algo es patrimonio en el momento en el que te vinculas a él, de la forma que sea. Cuando hablo de lo afectivo y personal, me refiero sobre todo a la necesidad humana de guardar cosas. Guardar cartas, fotografías, postales, o incluso facturas. No deja de ser patrimonio documental aunque forme parte de nuestro archivo personal, y son patrimonio porque nosotros les hemos dado ese valor. Nos hemos vinculado a ellos desde una perspectiva emocional.
Debo volver a citar a Olaia Fontal, quien escribe que “los patrimonios son «lugares» donde lo efímero se conserva.” Vincularnos a ellos afectivamente contribuye a conocer mejor nuestra historia, a rescatar la memoria propia. Desvincularse de lo patrimonial es poner en peligro tu memoria, al no poder conservar lo efímero, al no tener nada a lo que acudir. Por eso siempre trato de escribir, hacer fotos, hacer álbumes de recortes… Al final todo lo que sabemos es porque alguien decidió dejarlo plasmado de alguna forma.
¿Cómo crees que la tecnología está transformando la gestión documental y patrimonial? Lo cierto es que la tecnología ha hecho grandes favores a la archivística, facilitando muchas tareas, pero el hueso del oficio seguimos teniendo que hacerlo nosotros. Habrá cambiado el soporte en el que se hacen las tareas de descripción y clasificación, pero seguimos haciéndolas los archiveros. Los gestores documentales digitales son de gran ayuda, también para la difusión, pero el trabajo archivístico sigue ahí detrás. La inteligencia artificial es un debate recurrente en los archivos. En mi opinión, es una profesión muy difícil de ser sustituida al completo. Quien conozca de primera mano los procesos técnicos lo entenderá. Cualquier herramienta que pueda agilizar las tareas o quitarnos dolores de cabeza es más que bienvenida, pero no creo que ninguna inteligencia artificial ni ningún programa pueda hacer absolutamente todas las partes del proceso técnico. Creo que se subestima mucho nuestro trabajo. En cuanto a patrimonio no documental, creo que la tecnología ha abierto muchas puertas en cuanto a accesibilidad. Las visitas 3D, las pantallas, las audioguías… Aún así, creo que ambas son tareas necesariamente humanas.
¿Qué proyectos o iniciativas te gustaría impulsar en el futuro en tu campo? Me encantaría seguir haciendo proyectos de difusión de archivo, además de abrirme paso en otros campos de la gestión cultural centrados en el arte. Tengo muchas ideas y, sobre todo, muchas ganas. Espero seguir colaborando con plataformas de difusión como Alquibla, que me parecen iniciativas maravillosas y necesarias.
¿Qué consejo darías a jóvenes profesionales interesados en la archivística y la gestión patrimonial? Les diría que, antes de nada, abandonen las ideas preconcebidas de que los archivos son aburridos; que, aunque puedan serlo, también pueden ser activos y transformadores, y contribuyen en la difusión y conservación del patrimonio. Es una profesión maravillosa, y ojalá más jóvenes se interesen en ella.