Hoy en Alquibla tenemos el placer de adentrarnos en una historia que une dos mundos aparentemente lejanos pero profundamente conectados por la belleza, el respeto y la sabiduría ancestral. Charlamos con Juan Carlos, autor de “Iballa, corazón samurái”, una obra que entrelaza el alma guanche de Canarias con el espíritu samurái de Japón a través de los ojos curiosos y valientes de una niña.
En esta entrevista, Juan Carlos nos revela cómo nació la chispa creativa de esta historia, qué simboliza el personaje de Iballa y qué valores universales laten detrás de cada página. Nos habla de su proceso creativo, de su conexión con la naturaleza, de la importancia de soñar y de cómo la literatura infantil puede ser también un viaje profundamente personal y transformador.
Una conversación llena de sensibilidad, raíces y sueños que te invito a descubrir a continuación.
Juan Carlos, ¿cómo nació la idea de unir Canarias y Japón en un mismo relato? ¿Qué fue lo primero que imaginaste de “Iballa, corazón samurái”? La idea surgió de manera casi mágica, como nacen las historias que de verdad te remueven por dentro. Siempre he sentido fascinación por Japón y su cultura samurái, y al mismo tiempo me encanta Canarias desde el momento que fui en mi viaje de luna de miel. Un día, mientras navegaba por la web buscando unas imágenes para ilustrar el segundo libro de cuentos que tengo de la saga “Las aventuras de Naira”, titulado “Naira, el comienzo de su sueño”, al igual que hice con el primero “Y la capitana nace”, salieron dos imágenes parecidas pero de lugares muy distantes: en una de ellas se veía el perfil volcánico del Teide visto desde la isla de La Gomera y en la otra se podía ver un perfil sensiblemente parecido del monte Fuji del Japón. Entonces cerré los ojos y me imaginé a una niña que pudiera viajar hasta el monte Fuji y encontrarse con un viejo samurái. Fue una chispa repentina que me llenó de calma y emoción figurándome a Iballa con una mirada llena de curiosidad y fuerza, acompañada por una mochila decorada con Epi y Blas balanceándose, como un recordatorio de que la niñez y la fantasía siempre van de la mano y que nunca deberíamos perder.
El personaje de Iballa tiene una fuerte carga simbólica. ¿Cómo la construiste y qué representa para ti? Iballa representa la valentía de la inconsciencia de cuando eres niña. Su nombre, de origen guanche, ya conlleva la fuerza de sus ancestros y en el libro encarna la unión entre la tradición y el futuro, entre lo que somos y lo que soñamos ser. La creé inspirándome en niñas reales que he conocido en mi vida: observadoras, sensibles, con una mirada limpia ante la vida y, al mismo tiempo, una determinación que las convierte en pequeñas guerreras. Para mí, Iballa representa la posibilidad de elegir nuestro camino sin renunciar a quienes somos.
¿Qué aspectos de la cultura japonesa te resultaron más inspiradores para desarrollar la historia? ¿Y de la canaria? De la cultura japonesa me atrapa su delicadeza. La ceremonia del té, por ejemplo, me parece un acto de belleza, calma y respeto en estado puro. Su filosofía de la impermanencia, la belleza de la sencillez y, por supuesto, las onna-bugeisha (las mujeres samurái), esas mujeres samurái que desafiaban el destino con honor y entereza. De la canaria, su conexión íntima con la tierra, sus leyendas aborígenes, el mar que abraza las islas y la calidez humana que define a su gente. Además, hay un vínculo invisible entre ambas culturas: el respeto a la naturaleza y la gratitud por las cosas pequeñas.
¿Qué tipo de investigación hiciste para entrelazar elementos tan distintos y a la vez tan compatibles como el alma guanche y el espíritu samurái? Fue una mezcla de muchas cosas. Por un lado, años leyendo sobre la historia guanche y sus palabras cargadas de significado. Por otro, mi pasión por la filosofía japonesa, sus historias de samuráis, su arte y sus silencios. Pero, sobre todo, fue una investigación emocional. Intenté que cada símbolo y cada gesto tuvieran verdad y respeto. Al final, cuando más aprendía de ambos mundos, más claro tenía que eran compatibles porque comparten algo esencial: la conexión con lo natural, el honor y la belleza de la sencillez.
¿Cuánto hay de ti en este libro? ¿Es también un viaje personal o emocional? Hay mucho más de lo que parece. Es un viaje personal disfrazado de cuento. Iballa es mi niña interior valiente que sigue soñando despierta sin vergüenza. El samurái representa mi búsqueda de la serenidad y sentido que siempre está en mi cabeza. Y la abuela es ese pilar sabio que todos necesitamos. Este libro me permitió reconciliarme con partes de mí mismo que a veces olvido. Escribirlo fue un recordatorio de que las raíces te sostienen y los sueños te empujan a avanzar.
¿Qué mensaje esperas que se lleve el lector al terminar “Iballa, corazón samurái”? Sobre todo, que la vida sucede ahora. Que los sueños no son caprichos de niños, sino verdades futuras si los cuidamos con amor y esfuerzo. Me gustaría que quien lo lea se quede con la sensación de que cada día es un regalo y de que nuestras raíces nos definen, sí, pero son los sueños los que nos hacen volar. Si alguien cierra el libro con una sonrisa serena, sintiendo que algo se ha removido por dentro, me doy por satisfecho.
Has publicado cuentos infantiles. ¿Qué te llevó a escribir para niños? ¿Qué temas abordas en ese cuento? Siempre he pensado que la infancia es la etapa más valiente de la vida. La saga infantil “Las aventuras de Naira” nació porque creo que los niños necesitan referentes de personajes valientes, auténticos y soñadores. En el primer libro, “Y la capitana nace”, y en el segundo, “Naira, el comienzo de su sueño”, hablo de la importancia de soñar, de la perseverancia, de la familia como puerto seguro y de la imaginación como motor. Naira sueña con ser capitana y su historia invita a que los más pequeños confíen en sí mismos y comprendan que ningún sueño es demasiado grande si nace del corazón. Escribir para niños me permite reconectar con esa parte de mí que cree que todo es posible y que un simple gorro de papel puede convertirte en capitana de un gran barco.
¿Qué diferencias encuentras entre escribir literatura infantil y literatura para adultos? ¿Qué te aporta cada una? Son dos mundos distintos y maravillosos. En la literatura infantil, la mirada es más limpia, directa, sin rodeos. Te obliga a conectar con tu niño interior, a escribir sin dobleces y con una imaginación desbordada. En cambio, cuando escribo para adultos puedo bucear en emociones más complejas y contradicciones humanas. La verdad es que necesito ambas para sentirme equilibrado como escritor y como persona.
Nos has comentado que estás trabajando en un nuevo libro. ¿Podrías adelantarnos de qué trata o qué emociones lo atraviesan? Claro, y la verdad es que me ilusiona mucho este cuento porque tiene un mensaje muy necesario hoy. Actualmente estoy terminando un cuento titulado “El equipo arcoíris”. Es la historia de un barrio multicultural donde un exfutbolista, Ernesto, decide crear un equipo de fútbol 7 para alejar a los niños de las pantallas y unirlos a través del deporte.
Al principio cada uno juega para lucirse. Hasta que, un día de tormenta, Ernesto les cuenta la leyenda del arcoíris y ellos entienden que, igual que los colores, si se unen, pueden crear algo hermoso.
Es un cuento que habla de la diversidad, la integración, el trabajo en equipo, la humildad y la alegría de descubrir que no estamos solos, que los logros saben mejor cuando son compartidos. Tiene momentos tiernos, divertidos y otros que te hacen reflexionar. Y, mientras la escribía, sentía que también me hablaba a mí, recordándome que la vida no va de ser el mejor, sino de ser parte de algo que nos haga mejores a todos.
¿Qué papel juega la naturaleza en tu escritura? ¿Te influye el entorno donde vives o tus viajes? Muchísimo. Para mí la naturaleza es más que un escenario; es casi un personaje en cada historia. Cuando escribo, siempre me vienen olores, colores, sonidos… como si necesitara situar cada escena en un lugar que respire vida.
Además, mi entorno influye mucho. Pasear por la costa y escuchar el oleaje rompiendo suave o perderme en un bosque… me conecta con algo muy profundo. Y cuando viajo, regreso cargado de imágenes nuevas, de esas que se quedan clavadas en la memoria y, de pronto, aparecen en un cuento sin que las haya llamado.
¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Sueles partir de una imagen, una emoción, un personaje…? Siempre parte de una emoción. De algo que me remueve y no me deja tranquilo hasta que lo escribo. Luego surge una imagen en mi cabeza, casi como un fotograma de cine, y después nace un personaje que se mete ahí, en esa escena, y empieza a moverse.
Y a partir de ahí… me dejo llevar. Escucho al personaje, lo observo, intento comprender su mundo interior. La verdad es que nunca planifico demasiado, porque siento que las mejores historias son las que ya existen en algún lugar y simplemente quieren ser contadas.
¿Hay algún autor, cineasta o referente cultural que haya marcado tu estilo o tu forma de contar historias?
Sin duda. Hay muchos, pero si tuviera que decir algunos… Hayao Miyazaki por su capacidad de unir ternura, profundidad y belleza visual, todo en uno. Gabriel García Márquez, porque con él descubrí que lo mágico y lo real no están tan separados como creemos. Y Haruki Murakami me inspira por su manera de contar lo cotidiano como si siempre hubiera un universo secreto latiendo debajo.
Además, me han marcado muchas personas anónimas con las que he compartido historias de vida. Al final, cada mirada o experiencia te deja un pequeño poso que termina saliendo cuando escribes.
Desde tu cuenta de Instagram @cuentos_neverending, compartes frases e ideas que conectan con muchas personas. ¿Cómo valoras el papel de las redes en la vida literaria? Las redes, bien usadas, pueden ser un regalo. A mí me han servido para compartir reflexiones, pequeñas historias y frases que llegan directo al corazón de quienes me leen. Es como un puente invisible que te conecta con gente que, de otra manera, nunca hubieras conocido.
Y, la verdad, cuando alguien me escribe diciéndome “gracias, justo necesitaba leer esto hoy”, siento que todo cobra sentido. Además, también son un lugar donde descubro voces nuevas que me inspiran y me enseñan mucho. Aunque siempre intento que sean un medio y no un fin, porque el verdadero encuentro está en los libros y en el cara a cara con los lectores.
¿Cómo ha sido la recepción del libro por parte de los lectores? ¿Te han llegado mensajes que te hayan emocionado especialmente? Ha sido muy bonita, la verdad. Me llegan mensajes de lectores que me cuentan que, al leer Iballa, se han acordado de su infancia, de sus abuelas, de esos veranos en sus pueblos o de sus sueños de pequeños. Algunos padres me escriben diciéndome que sus hijos quieren ser capitanas como Naira después de leer sus aventuras antes de dormir.
Esos mensajes me emocionan mucho, porque siento que los libros están cumpliendo su propósito: acompañar, inspirar y dejar un pequeño brillo en el corazón de quien los lee. Al final, ese es el mejor regalo que puede recibir un autor.
¿Dónde podemos encontrar tus libros y cómo pueden seguir tus lectores tu trayectoria literaria? Ahora mismo, mis libros se pueden conseguir contactándome directamente a través de Instagram en @cuentos_neverending, en Amazon o en la tienda de la editorial Circulo Rojo. Además, están disponibles en librerías locales, y pronto estarán en nuevas plataformas para que lleguen a más personas.
Para seguir mi trayectoria, lo mejor es unirse a esa pequeña familia lectora en redes, donde comparto reflexiones, fragmentos y adelantos de los proyectos que vienen. Pero, sobre todo, invito a los lectores a seguir encontrándome en mis historias, porque ahí es donde de verdad ocurre la magia.