La autoría del Lazarillo de Tormes, la primera novela moderna española, es un enigma desde hace 458 años, que es cuando están datadas las cuatro primeras ediciones que existen.

Desde el siglo XVII la nómina de autores propuestos es larga, aunque en los últimos años ha vuelto a adquirir fuerza un nombre al que se le atribuyó el texto ya en 1607 y que fue considerado el autor durante la mayor parte de los siglos XVIII y XIX: el diplomático renacentista Diego Hurtado de Mendoza (Granada, 1503 – Madrid, 1575).

Investigaciones acerca del Lazarillo de Tormes

La última aportación al debate es del filólogo valenciano Joaquín Corencia, el cual refuerza la tesis de Hurtado de Mendoza, pero a partir de un análisis novedoso, remachado después con el hallazgo de una clave acróstica que escondería las iniciales del embajador de Carlos I.

El noble y diplomático, un apasionado de los libros y las artes amigo de Garcilaso de la Vega y Boscán, volvió a la actualidad en 2010 cuando la paleógrafa Mercedes Agulló descubrió entre los papeles de Juan López de Velasco (adaptador del Lazarillo a los intereses de la Inquisición), dentro de la caja correspondiente a Hurtado de Mendoza, la frase «Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia».

Corencia incide en esta vía, «interesante», pero que no es «prueba suficiente», opina. Su camino ha sido el de la investigación filológica: el cotejo del Lazarillo con la «desconocida» obra narrativa del embajador y la profundización en la historia y los personajes de las primeras décadas del siglo XVI para captar las claves políticas del momento y las ironías escondidas en el texto.

El investigador, autor de una tesis doctoral sobre Pedro Salinas, se sumergió en el Lazarillo al embarcarse -debido a su experiencia como profesor en el IES Benlliure de Valencia- en la preparación de una edición de la obra que mantuviera el sabor renacentista pero fuera «soportable» para el lector actual.

El resultado (publicado por Germania) estará en la calle en unos días. En él, Corencia dialoga con las última teorías y lanza su propuesta.

La aportación principal es el estudio de siete obras narrativas de Hurtado de Mendoza, «desconocidas por la crítica y el público», porque son «difícilmente encontrables, al estar solo editadas por eruditos de los siglos XVIII y XIX», explica a INFORMACIÓN.

Así, como ejemplo, en el «casi ni citado» Sermón sobre la batalla de Aljubarrota está «la mitad del Lazarillo: personajes, situaciones o técnica narrativa». Hay buldero, escuderos muertos de hambre o críticas a Toledo y sus mujeres, dice, líneas coincidentes con la obra madre de la picaresca.

Pero además, Corencia considera haber dado con una clave acróstica tras la que se esconderían las iniciales de Hurtado de Mendoza, una clave que el embajador «ha visto en Juan de la Encina y que por precaución (ýYo hube miedoý) y tipografía renacentista no puede ser más explícita ni más sencilla que esas tres palabras: ýYo hube miedoý». Esa frase sería igual a «Yo H(urtado) de M(endoza)».

La expresión aparece en más de una ocasión, lo que reforzaría ese papel de clave oculta. El contexto además es fundamental, pues Lázaro la pronuncia cuando esconde en su boca la llave del arca del clérigo. Se trataría por tanto de una clave (llave) escondida en las palabras (boca).

Más tarde, vuelve a aparecer cuando el alguacil y el escribano van a casa del escudero e insisten a Lázaro para que revele quién es su amo. Una broma añadida es que el autor no pone «h» en «hube» -las vacilaciones en el uso de la «h» son normales hasta el siglo XIX-, lo que el investigador interpreta como que «Hurtado hurta la hache» como un juego más sobre su identidad.

Pero si era un conocido diplomático y hombre de letras, ¿por que se esconde? La razón, según la argumentación del profesor valenciano, estaría en que en torno a 1550 pierde la fortaleza de Siena acusado de irregularidades económicas y es desposeído por el emperador de todos sus cargos. El Lazarillo sería así «un desquite», en el que juega con la ironía contra Carlos I, pero «no

lo puede firmar porque ha salido de Italia con el rabo entre las piernas y el emperador no lo iba a permitir».
Desde esa ironía contra Carlos V se puede entender el colofón, en el que autor dice que escribe el año en que Carlos I celebró Cortes en Toledo «y se hicieron grandes regocijos, como vuestra merced habrá oído».

En 1538 hubo Cortes en Toledo, sí, pero no hubo fiestas, argumenta el filólogo, sino que acabaron con el enfrentamiento del gobernante con los nobles.

Corencia asume que es imposible afirmar al 100 % quién es el autor, pero «al 99 % creo que es Hurtado de Mendoza».

Diario Información (30 abril 2012)

Lazarillo de Tormes ¿autor desconocido? por Alfons Garcia Valencia
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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