Cuando nos enfrentamos a su lectura, una pregunta nos asalta inevitablemente: ¿cómo pudo Marco Aurelio (121-180), máxima autoridad de uno de los imperios más grandes de la historia, conservar la serenidad en medio de un tumulto de guerras, traiciones, epidemias y catástrofes naturales que lo sacudieron durante cerca de dos decenios?