En el año 1998 se celebró el cuarto centenario del fallecimiento del rey Felipe II. Como conmemoración de ello se llevaron a cabo infinidad de actos, exposiciones y publicación de libros. Felipe II (Valladolid 1527-El Escorial 1598) fue rey de las Españas desde 1556 hasta 1598.
Felipe II mandó construir el Monasterio de San Lorenzo el Real, conocido desde sus principios como El Escorial, a partir de 1563, para conmemorar la batalla de San Quintín.
Con la ejecución de este admirable proyecto, quería perpetuar la gloria de la Monarquía Hispánica, representada en la figura de su padre, el Emperador Carlos I, y de él mismo, como continuador de la grandeza de la Casa de Austria.
En la Carta de Fundación del Monasterio de San Lorenzo se incluye la creación de una biblioteca encaminada a ser el primer edificio de estas características en España.
Esta decisión real fue la respuesta a un importante problema presentado al Soberano por un grupo de humanistas e intelectuales españoles, quienes plantearon la necesidad de ver reunido en un único edificio, los más importantes manuscritos e impresos que se encontraban dispersos en multitud de monasterios y bibliotecas privadas.
La nueva biblioteca se emplazó dentro del Monasterio como una de sus partes fundamentales.
La dotación de fondos comenzó con la biblioteca privada del rey, compuesta por más de mil doscientos volúmenes, a la que siguieron también las de otros muchos personajes del momento.
También ingresaron bibliotecas completas de otras fundaciones reales, como la de los Monasterios de Guadalupe y la Capilla Real de Granada. A todo ello hemos de añadir las inumerables compras realizadas por toda Europa, para las que no se escatimaron ni los medios ni el dinero.
Entre todos los lamentables sucesos que han mermado el número de volúmenes allí guardados, hay que destacar el voraz incendio de 1671, que destruyó más de cuatro mil manuscritos.
En la actualidad contiene unos cuarenta y cinco mil impresos, la mayoría de los siglos XV y XVI; y una colección de más de cinco mil manuscritos que se distribuyen en las siguientes lenguas según su importancia numérica: árabe, latín, castellano, griego, italiano, hebreo, catalán, francés, chino, persa, portugués, turco, armenio, alemán y nahualt.
Felipe II fue un promotor de las artes y más coleccionista de libros que lector y, aunque en los años de formación se compraron para él numerosas obras representativas del esplandor renacentista, a su muerte le rodeaban, sobre todo, libros piadosos, de magia y astrología.
Felipe II, en escritos que mandaba a los libreros, corredores y tratantes de libros de la época, les pedía que hicieran inventario de todos los libros que poseían, y que escribieran el nombre y apellidos de todos los autores y los entregaran a la Inquisición.
Si se negaba a ello, un comisario les detendría para ser juzgados. Los libros que estuvieran en el Índice serían retirados inmediatamente y sus dueños detenidos. Los inquisidores serían los encargados de poner la pena según la gravedad del delito.
En la corte de Felipe II se tomaban medidas aislacionistas y contrarias a la libertad de creación. Las duras medidas adoptadas desde las reales pragmáticas de septiembre de 1558, contra la entrada y distribución de libros constituyeron una rémora para el desarrollo cultural.
Felipe II fue un monarca que tuvo una relación estrecha con los libros y su entorno. Su actitud fue decisiva en la evolución del país y dejó un gran legado cultural.