Estudió en Salamanca y, gracias a un beneficio donado por un tío suyo, fue nombrado racionero de la catedral de Córdoba. En 1603 se encontraba en Valladolid, entonces sede de la corte, en este tiempo se fecha su Panegírico al duque de Lerma, intento fallido de lograr una brillante situación económica.

Por su epistolario son conocidas sus vicisitudes en la corte, de donde salió, ya muy enfermo en 1626 hacia Córdoba, donde murió en 1627. Fue Góngora hombre de amistades y enemistades apasionadas; sostuvo también disputas poéticas con Quevedo y atacó violentamente a Lope de Vega.

La obra literaria de Góngora se concentra, sobre todo, en su producción poética, aunque intentó el teatro en Las firmezas de Isabela (1613) y El doctor Carlino. No publicó directamente ninguna de sus obras poéticas, que corrieron manuscritas con gran abundancia durante toda su época, excepto las 37 composiciones incluidas en la antología Flores de poetas ilustres de P. de Espinosa publicada en 1605. En 1628 está fechado el lujoso manuscrito que Antonio Chacón Ponce de León preparaba como regalo al conde Duque de Olivares; este códice, conocido como el manuscrito Chacón, presenta el enorme interés de tener fechadas las composiciones, labor en la que parece que intervino el propio Góngora.

La producción poética comienza hacia 1580 con unas deliciosas obras breves: romances, letrillas y sonetos y el Soneto a Córdoba (1585). En las primeras composiciones se adivina ya la dura vena satírica que caracterizará gran parte de la poesía gongorina; esta corriente se mezclará con otra muy característica del autor, seria y aristocrática. El cruce perfecto de ambos planos, hasta entonces separados, se producirá en la Fábula de Píramo y Tisbe (1617).

Entre 1612 y 1613 Góngora compuso dos poemas extensos: Las soledades y la Fábula de Polifemo y Galatea que se caracterizan por su profunda e intencionada oscuridad y por el predominio de los elementos pictóricos y musicales sobre el fondo temático; en estos poemas Góngora cumplía con su intención poética: “Honra me ha causado hacerme oscuro de los ignorantes, que ésa es la distinción de los hombres cultos”. La llegada a Madrid de las coplas manuscritas de estos poemas levantó las primeras polémicas en torno al gongorismo y las primeras burlas de sus enemigos.

A partir del humanista Francisco de Cascales con su denominación de dos Góngoras, “príncipe de la luz”y “príncipe de las tinieblas” se extiende la concepción de dos épocas distintas y diferenciadas en el quehacer poético de Góngora: una fácil y clara, anterior a 1611 y otra oscura a partir de Las soledades y de La Fábula de Polifemo y Galatea. Esta hipótesis fue desecha por las investigaciones de Dámaso Alonso, que intenta demostrar que los recursos estilísticos no son más que intensificaciones de toda una corriente anterior y que Góngora lleva a sus consecuencias más extremas.

Evidentemente en el estilo y en la lengua del primer Góngora ya aparecen cultismos, alusiones mitológicas, hipérbatos y desarrollos paralelos que luego se intensificarán intencionadamente para lograr lo que se ha llamado estilo gongorino, que no es más que una magnífica muestra del culteranismo barroco.

La lengua de Góngora se caracteriza por el uso y acumulación del cultismo, ya sea de tipo léxico o sintáctico; esta dificultad se agranda por el uso de hipérbaton, por las hipérboles barrocas más inusitadas y por el gusto por un léxico colorista, combinado con la extraordinaria musicalidad de las alteraciones. Gusta Góngora, a la manera de Petrarca, de las correlaciones y plurimembraciones, no ya con el equilibrio renacentista, sino con el retorcimiento barroco; a estas características habría que sumar la repetición de determinadas fórmulas estilísticas o la oposición de contrarios. La metáfora, con la metonimia y la sinécdoque, adquieren categoría fundamental por su extraordinario atrevimiento. Esto, unido al sentido arquitectónico de toda su poesía, da un aspecto oscuro y original a la creación gongorina, al que se sumarán todos los elementos de procedencia grecolatina, especialmente los mitológicos.

Enorme fue la fama y la influencia de Góngora en el barroco. La celebración del tercer centenario de su muerte reunió a una generación de escritores y profesores (generación del 27) que llevaron a cabo una revalorización crítica de Góngora y una serie de investigaciones que han clarificado muchos aspectos de su obra y de su significación en el barroco español.

 

Luis de Góngora, poeta español (1561 – 1627)
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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