Ligados a las formas literarias orales, a los mitos y a las leyendas, los cuentos populares tienen raíces antiquísimas, en la mayor parte de los casos folklóricas y religiosas. Mircea Eliade ha mostrado que muchos cuentos no son más que versiones degradadas de mitos de héroes divinos que deben sufrir pruebas iniciáticas, como la lucha con el dragón, el descenso a los infiernos, la muerte seguida de una resurrección milagrosa, etc. María Rosa Lida (El cuento popular y otros ensayos) ha rastreado la presencia de motivos narrativos populares desde las más antiguas manifestaciones de la literatura griega hasta nuestros tiempos – en versión oral o escrita – a través de un riquísimo número de apariciones en la literatura clásica española.
La clasificación de los cuentos popular según sus características ha sido muy discutida. Reproducimos la trazada por Stith Thompson aceptada por Daniel Devoto en su Introducción al estudio de don Juan Manuel.
El cuento entendiéndose por cuento el mal llamado cuento de hadas; la denominación no es exacta, ya que existen cuentos de hadas sin hadas (así Barba Azul), y se tiende a utilizar la voz alemana Märchen o la italiana fiaba, que designa un relato aventuresco o fantástico, o desarrollado en un mundo irreal o por lo menos, no localizado en tiempo ni espacio (Había una vez, Érase que se era, etc.), de origen popular y transmitido oralmente, en el que viven y actúan personajes dotados de poderes excepcionales, como hadas, brujos, ogros, duendes, etc. Se empezaron a recoger y a estudiar en el siglo XIX (Basile, Grimm, Afanasiev) y en ellos basó Propp su fecundo análisis y teoría.
La novella, palabra italiana que designa las formas literarias empleadas en el Panchatantra, en Las mil y una noches o en el Decamerón. Su acción transcurre en un mundo real y definido. En el siglo XVI, Timoneda las adaptó a la literatura española con el nombre de cuentos o, acaso con alguna distinción formal, patrañas.
Los cuentos heroicos que están vinculados a las formas anteriores, pero que se caracterizan por ligar los acontecimientos o acciones a un héroe determinado, histórico o imaginario. Tienden a organizarse en ciclos.
Las narraciones o leyendas locales, que relatan un hecho extraordinario que se da como sucedido en la realidad, aunque en otros lugares se cuente lo mismo, referido a acontecimientos sucedidos en otros lugares. Pueden ser de carácter realista, incluso histórico, maravilloso, o de carácter religioso. Se caracterizan, sobre todo, por estar vinculadas a un lugar, edificio, accidente geográfico, etc.
El cuento etiológico, que trata de explicar el origen o características de algo, poblaciones humanas, objetos, forma de algún animal, etc. Aparece muchas veces unido a un Márchen o un cuento heroico. En ocasiones, es difícil separarlo de la leyenda o el mito.
El mito que tiene un contenido muy amplio. El hecho narrado sucede en un mundo anterior al orden presente, y aunque se pueda vincular por su materia al cuento etiológico o heroico tiene siempre una significación religiosa.
Los cuentos de animales, siempre que éstos no encierren ningún valor religioso sino que se limiten a relatar la astucia o estupidez de algún animal determinado, sin más propósito que la diversión. Citemos como modelo, el ciclo de las aventuras del zorro, tan común en la narrativa medieval, cristalizado en el Román de Renard.
La fábula, cuento de animales provisto de un propósito moral definido, muchas veces expreso en una moraleja.
El chiste, chascarrillo o facecia, relato corto, a veces anecdótico pero, por su carácter, opuesto al cuento heroico, por lo general cómico, satírico, obsceno o simplemente, absurdo.
(Extraído de Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Ángelo Marchese, Joaquín Forradellas. Barcelona: Ariel, 1998)