La Galería Borghese es el testimonio del poder de una familia patricia que dominó, sin título real, el territorio que se extiende del Tirreno al Adriático, abarcando las regiones centrales italianas del Lacio, Umbría y las Marcas. Su historia se inicia con la elevación a la cátedra de san Pedro con el nombre de Paulo V, de Camillo Borghese, cuarto hijo de Marcantonio y Flaminia Astalli. Durante su pontificado, que se inició en 1605 y habría de prolongarse por espacio de dieciséis años, se acuñó en Roma el término nepotismo para designar las constantes dádivas realizadas por el personaje a sus parientes o nepotes. El más favorecido fue Scipione Caffarelli Borghese, el sobrino a quien Paulo V concedió la dignidad cardenalicia ya en 1606. No solo honores acumularía la familia también tierras.

Marcantonio Borghese poseía desde su llegada a Roma a fines del siglo XVI procedente de Siena, un predio situado extramuros de la Porta Pinciana, así como una pequeña colección de obras de arte, compuesta por pinturas de autores toscanos y esculturas antiguas. El primero se engrandecería por la munificencia del pontífice hasta convertirse en un parque de seis kilómetros de perímetro, la Villa Borghese, mientras que la segunda cobraría un extraordinario desarrollo por la afición coleccionista de Scipione Caffarelli Borghese. El joven cardenal había acumulado también las dignidades de asistente al Solio pontificio, legado de Aviñón, protector de Flandes y de Germania y protector, asimismo, de las órdenes de predicadores y camaldulenses. Con las enormes rentas que proporcionaban tales regalías, Scipione acometió la tarea de construir en la Vigna Vecchia una mansión digna de la alcurnia familiar. Para esta tarea contrató a Flaminio Ponzio, arquitecto que gozaba de gran fama, de quien se esperaba además la realización de un proyecto para unificar en forma de parque las diversas parcelas que se habían añadido al predio de Marcantonio. Dada la envergadura del encargo, Ponzio tomó como ayudante a un joven neerlandés llamado Jan van Zans o Van Santen, que poseía un taller en la vía Giulia y se había acreditado como decorador de Studioli. La muerte inesperada del primero puso en manos de su asistente la responsabilidad total del proyecto. Vasanzio concibió la mansión Borghese, La Palazzina, como un edificio compuesto por tres alas, cuya planta adopta la disposición de la letra pi griega.

Hasta su muerte en 1633, el cardenal iba a formar parte la extraordinaria colección que constituye el núcleo de la actual galería. Scipione Borghese se hizo, en primer lugar, con una serie de mármoles clásicos que le suministró el anticuario y escultor Tommaso della Porta. Su gusto por la obra de artistas coetáneos se refleja en la adquisición de un conjunto de obras de Bernini, Caravaggio, Algardi, Domenichino, Albani, Carracci, el Cavaliere d’Arpino, Lionello Spada, Guido Reni, Lavinia Fontana y otros autores de menor importancia. En su acción coleccionista se rodeó el personaje de comerciantes y asesores artísticos y contó con la colaboración de cardenales y príncipes italianos que pensaban congraciarse con el poderoso sobrino de Paulo V. Los cuadros reunidos demuestran clara orientación hacia la pintura de fines del siglo XVI.

La colección Borghese no experimentaría un enriquecimiento apreciable tras la desaparición de Scipione Borghese. Las series de mármoles antiguos por  él reunidas se habían emplazado en diversos rincones del parque y en las estancias de La Palazzina. Bernini y su hermano Pietro se habían encargado de restaurar aquellas piezas que presentaban mutilaciones. Las herencias del cardenal Salviati y de Lucrecia de Este, duquesa de Urbino, se sumarian durante esa época al patrimonio familiar, aportando algunos cuadros de pintores de la Toscana y la Emilia. Por el matrimonio de Paolo Borghese con Olimpia Aldobrandini se añadió a todos estos bienes una serie de pinturas que comprendía, entre otras, el Retrato de hombre de Antonello da Messina, un Autorretrato de Lorenzo Lotto y la Madonna de los candelabros de Rafael. Comprendía, en suma, la colección a fines del siglo XVII un impresionante repertorio de cuadros italianos, destinado a desmembrarse en parte, tanto por sucesivas transmisiones del patrimonio familiar, como por causa de la cesión a Francia, en la época napoleónica de un importante un número de obras maestras.

 

(Información extraída de La pintura en los grandes museos / texto, Luis Monreal, 1976- )

 

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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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