La Pinacote de Brera en Milán es una institución de la coyuntura histórica de la denominación francesa. Al convertirse en capital de la provincia norteña del nuevo reino de Italia instaurado por Napoleón, recoge la ciudad, para su conservación, obras pictóricas de diversos orígenes, la mayor parte procedentes de conventos y casa de religión desafectados. Las colecciones de este museo no responden, pues a la iniciativa principesca o aristocrática sino a la aplicación del concepto enciclopédico de que la cultura pertenece al pueblo que la ha alumbrado. Desde sus comienzos, se propuso la pinacoteca presentar la forma didáctica del desarrollo y evolución de la pintura italiana desde el siglo XIV al XIX, para lo cual confió la labor de selección de obras a y un equipo de especialistas, al que guiaban tanto los criterios de calidad y representatividad, como el del valor documental de cada pieza.

El edificio que alberga la pinacoteca data de mediados del siglo XVII. Su nombre tradicional, Brera es una corrupción de braida, término del bajo latín que equivale a breña y sirve para designar terrenos cubiertos de maleza. La denominación procede de la casa existente extramuros de la ciudad, la cual fue donada en 1034 a la cofradía de los Umiliati por el caballero Algiso Guercio. A partir de la segunda mitad del siglo XII, los Umiliati introdujeron en Lombardía el trabajo artesanal de la lana, convirtiéndose su casa de Brera en una floreciente industria de cría ganadera y manufactura textil. A estas actividades se sumó más tarde la especulación financiera y probablemente la usura, de modo que la cofradía acumuló impopularidad hasta su disolución en 1569. A partir de dicha fecha, sus bienes pasaron a poder del arzobispo milanés, quien estableció en la casa de Brera un colegio público y gratuito, de enseñanza superior. Poco después en 1571 el pontífice Gregorio XIII confiaba a la orden jesuística la responsabilidad de dicha institución. Puesto que el edificio resultaba insuficiente, hacia mediados de siglo siguiente decidieron los jesuitas sustituirlo por una construcción de mayores dimensiones y porte palaciego, obra de la que encargó el arquitecto más célebre del momento Francesco María Ricchini, asistido por su hijo, Gian Domenico y los también arquitectos Quadrio y Rossone.

El proyecto se basaba en los planos trazados en 1591 por Martino Bassi, a quien la orden había encargado ya en aquella fecha de estudiar la posible ampliación del edificio. La realización había tropezado con dificultades insuperables, sobre todo de financiación, a las que se sumaría en 1630 la epidemia de peste que asoló la ciudad. Por tales razones, las obras no comenzaron hasta 1651 bajo la dirección de Ricchini. Aunque la Compañía de Jesús había superado sus dificultades económicas, la construcción habría de prolongarse durante más de un siglo, lo que no comportó modificaciones en el proyecto original.

Ricchini había concebido el Palacio de Brera con una gran fachada principal de tres cuerpos divididos por nobles pilastras, dentro del más puro barroco lombardo, es decir, en las líneas de un clasicismo solemne y equilibrado por su juego de masas y vanos, con una clara vocación por las molduraciones y cornisas de acusados volúmenes. Las galerías interiores que circundan el patio sirven a modo de sala de exposición de las colecciones de la pinacoteca, cuya prolongación constituye un ala lateral muy espaciosa proyectada por Piermarini cuando el edificio dejó de pertenecer a los jesuitas.

En 1892 la Pinacoteca de Brera se desligó de la Academia de Bellas Artes, era el fin de un maridaje que tenía como base las ideas de la Ilustración, por entonces superadas. Su carácter autónomo iba a permitir eliminar de las salas piezas de mero interés didáctico, en especial copias y vaciados, así como plantearse los problemas de la presentación científica de sus colecciones por periodos, escuelas y autores. De todo ello se encargó Giuseppe Bertini y su sucesor en la dirección de la institución, Corrado Ricci. Durante el mandato de éste, entre 1898 y 1903, la pinacoteca adoptó un carácter moderno, ensanchó sus instalaciones y revisó sus catálogos.

La segunda guerra mundial fue catastrófica para la pinacoteca cuya sede fue alcanzada por los bombardeos en 1943 y reducida la mayor parte de sus salas a un montón de escombros. Por fortuna, las colecciones habían sido evacuadas. Los graves daños sufridos por el palacio de Ricchini eran irreparables, lo que determinó a reconstruirse en 1946 y a introducir importantes modificaciones estructurales en las galerías de exposición que habían de ser beneficiosas para la presentación de las obras.

En las últimas décadas este museo de pintura ha demostrado un extraordinario dinamismo sobre todo en lo que concierne en la acción cultural. Dicha actividad, que responde a la actualización del propósito fundacional, viene realizándose en estrecha colaboración con la Asociación de Amigos instrumento de gran eficacia para la atracción del público. El crecimiento de la pinacoteca, la necesidad de servir a un público más amplio y de mayor variedad, son los dos problemas fundamentales que esta institución tiene planteados en la actualidad. El criterio adoptado para la presentación de los cuadros figura entre los más avanzados que existen en Europa.

(Información extraída de La pintura en los grandes museos / texto, Luis Monreal, 1976- )

 

Pinacoteca de Brera en Milán
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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