Nunca se nos había hablado tan real y tan sin tapujos en un libro como lo hace Manuel Avilés de la cárcel y de la situación que se vive, así como de la gente que se encuentra uno allí.

Manuel Avilés lo encontré de casualidad a través de Antonio Marchal que me animó a conocerlo y no dudé un momento en tenderle mi mano. Manuel ya está jubilado, pero fue director de prisiones en el Centro Penitenciario de Nanclares de la Oca en Álava.

De prisiones, putas y pistolas está dedicado a Antonio Asunción que más tarde conoceréis y que como nos cuenta Manuel, es una historia que le prometió que escribiría.  El título iba a ser más largo como sabréis, pero finalmente se quedó con ese para no hacerlo más largo.

El primer acercamiento a la lectura lo encontramos a través de una frase de Jaime Gil de Biedma en el que relata que la vida iba en serio y ya es un momento para la reflexión que da lugar a un prólogo escrito por la escritora Marta Robles en el que nos cuenta la apuesta por Manuel y empieza a adentrarnos en los episodios que nos vamos a encontrar en la lectura del libro, haciendo hincapié en los capítulos desconocidos y sustanciales previos al fin de ETA.

Me llama la atención de la forma en la que está escrito este libro en primera persona y después de hablar con el escritor y decirme que no hay ni un ápice de ficción aún se me ponen los pelos más de punta. Tras conocer a Manuel podemos descifrar que es un hombre que ha vivido bastante y que no se esconde a la hora de pronunciarse y de expresar lo que desea a través de este libro. Frases como “el mismo pringao de siempre” entre otras te hacen darte cuenta de la crudeza del trabajo en la prisión y de que es una persona que no tiene miedo ante nada.

Empezamos en la Prisión de Alcalá Meco en enero de 1993, en unos años difíciles en el que el protagonista tuvo que necesitar escolta y en el que Antonio Asunción confío en él para dirigir prisiones. Manuel nos confiesa que no cree en la justicia y el libro es una crónica novelada en hechos reales.

Lo próximo son frases de Miguel Hernández, José Saramago y Joaquín Sabina. Y ello nos lleva al capítulo primero ubicado en Fontcalent. El cómo empezó como primer destino a trabajar en Cartagena y de ahí a Alicante. En todo momento sabemos lo que piensa Manuel porque continuamente nos está haciendo reflexiones en voz alta, sobre la situación tan precaria de la cárcel y en las condiciones en las que ha trabajado. Así como nombres de personas que ha conocido en la prisión, nombres reales.

De su mano podemos saber que ser funcionario es un puesto muy bueno, pero no lo es tanto cuando te toca ejercer de jefe de servicio en un centro penitenciario por los casos que te encuentras y en los “líos que te meten”. Temas a destacar y de los que se trata los suicidios, las enfermedades contagiosas como la sarna y el SIDA tan presente en el año 1982.

También las heridas y contusiones que debes sufrir allí mientras ejerces tu puesto de trabajo. Cuenta un caso de una mujer de color que en una reyerta entre mujeres, salió perjudicado por un mordisco y tuvo que acabar en urgencias. Y lo que conlleva con ello los momentos de tensión sufridos. En este momento es cuando se nos cuenta la historia de las putas en la cárcel.

Conocemos de cerca las situaciones de tensión entre los presos, las historias que se viven allí, el funcionamiento de la contabilidad en la cárcel y los motines. Así como algunas de las historias que ha vivido en la cárcel con los presos y con las situaciones que se ha encontrado, hay muchas de ellas.

Para dividir cada uno de los cuatro capítulos que conforman el libro De prisiones, putas y pistolas, frases por ejemplo de Eduardo Galeano o Erasmo de Rotterdam que dicen mucho del bagaje cultural que acompaña a Manuel.

Para dar paso a un segundo capítulo que se nos habla del País Vasco, con una llamada que lo cambia todo, Manuel nos hace ponernos en su lugar en un momento de tensión en el que su director general Antonio Asunción, le reclama a Madrid para proponerle algo. Hay mucho misterio al principio de este capítulo. Pero es el momento en el que ha de aceptar el cargo para ocupar el puesto de director del centro penitenciario de Nanclares de la Oca en Álava.

Rondaremos por el año 1988 porque se hace referencia a la campaña “Póntelo, pónselo” tan sonado durante esos años como campaña de prevención del sida.

De su mano conocemos la situación del País Vasco y las personas cercanas con las que tuvo que tratar, de los pensamientos que le rondan la cabeza sobre tomar una decisión u otra en la que nos podríamos ver reflejados cualquiera de nosotros en cualquier decisión que tuviéramos que tomar en la vida.  Una frase que me impactó del libro fue “la gente sale poco porque ETA mata sin preguntar”, y que cierto. Si todos vivíamos con miedo en esa época, ¿cómo sería la vida en el País Vasco?

En todo momento en el libro sabemos en qué fecha nos encontramos y sabemos que el 3 de noviembre de 1990 fue cuando ocupó el puesto de director. Me gusta la parte que sale de Manuel ahora de su forma de trabajar ya que uno de los primeros pasos que tomó al coger posesión del cargo fue cambiar y limpiar aquella cárcel, dinamizarla a través de talleres de cerámica para los presos en definitiva para dar su toque personal. No ser uno más.

Aquí también he de deciros que empieza la parte dura de la novela. El momento en que Manuel se enfrenta a los presos políticos de ETA y conocemos a la banda organizada de cerca de su mano en el módulo 4. También se nos cuenta la parte de la historia que se estaba sucediendo en el mundo y en España, así como una crítica a la prensa y a los jueves.

“Quien vive temeroso nunca será libre” (Horacio)

Se nombra a tanta gente que ha sufrido los atentados de ETA y el miedo general de la gente de a pie, pero lo que llama la atención en este libro es lo que se nos cuenta desde dentro, el cómo convivió con los presos políticos de ETA, qué ambiente se respiraba dentro de la cárcel después de un atentado y sus sentimientos, y os aseguro que os vais a sorprender.

Manuel ha sido un tío valiente por enfrentarse a unas personas en el que su único fin es resistir pero también conocemos de su mano que también tienen cierta sensibilidad por los niños que fallecen en los atentados. Como él mismo dice “se comportan como borregos”

Pero una grabación y una difusión en la CADENA SER en la que se habla de Fabio Moreno e Irene Villa todo lo cambia. Y os aseguro que es estremecedor. Un libro de cabecera a Manuel le sirve de abstracción para despejar la mente y ese es Sin noticias de Gurb de Eduardo Mendoza para sus momentos de desconexión.

Vamos llegando al final con el cuarto capítulo en el que vuelve a aparecer Antonio Asunción y Manuel a su lado. Diciembre de 2015 en el que ambos compañeros tienen una charla distendida sobre su profesión. Lo único que puede hacer en este momento Manuel es estar al lado de Antonio en la UCI tras detectarle un cáncer en 2016. También se realiza una reflexión sobre los jueces y los fiscales para que la gente lo tenga claro, su papel.

Un libro que no dejará indiferente a nadie y un libro imprescindible porque parte de la historia de este país se cuenta en él y es necesario conocerlo para saber la historia en el País Vasco y el cómo se fraguó el fin de ETA.

¡Mi más sincera enhorabuena a Manuel!

 

Reseña del libro De prisiones, putas y pistolas de Manuel Avilés
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Editado en Alicante por Eva María Galán Sempere
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